Esta tendencia hacia la literalidad lingüística que estamos viviendo (en el fondo yo la defiendo, por lo que no queda bien que ahora la critique) nos está llevando a interpretar con cierta inexactitud expresiones habituales, desviándolas, con frecuencia, de esa original belleza semántica que siempre tuvieron algunas de ellas.
lunes, 13 de octubre de 2025
Pepito Tejedor
lunes, 23 de diciembre de 2024
Regreso al futuro... o al pasado, en Fuencarral
Era la tarde del 24 de diciembre y, como cada año, la calle de Fuencarral se vestía de luces y ruido. Los escaparates se llenaban de todo tipo de tentaciones navideñas, el aire soplaba más seco que frío y, entre la avalancha de personas que bajaban apresuradas hacia la Gran Vía, abundaban gorros rojos de Papá Noel, bufandas de colores, y esa mezcla de risas nerviosas y miradas perdidas propias de las fiestas. Pero para Mala Estrella, Sang Freda y Paquito la Navidad era un asunto completamente distinto.
Mala Estrella, quien a sus 16 años aparentaba muchos más, reflejaba en su rostro el porqué de su nombre: cierta melancolía, un tanto distante, y ese aspecto de estar siempre en busca de algo que nadie sabía muy bien qué era. La Navidad no era su época favorita del año; pensaba que todo el jaleo que la rodeaba solo ocultaba las cosas que realmente importaban. Con su habitual ironía, no exenta de un cierto fondo de lamento, se refería a la actitud general del mundo en esas fechas como “el espíritu navideño”.
Sang Freda, su mejor amigo, era todo lo contrario. Él llevaba las fiestas con entusiasmo, siempre buscando motivos para disfrutar, incluso en los días más oscuros. Su apodo le venía por su habilidad para mantener la calma en cualquier situación, por comprometida o incómoda que pudiera ser, ya fuera un paseo bajo la fría lluvia de diciembre o una conversación difícil.
Paquito era el más joven del grupo. A sus 14 años, era la chispa que mantenía viva la amistad entre ellos. Su mundo todavía era un poco menos complicado y, aunque vivía con los pies en el suelo, siempre trataba de ver el lado positivo de las cosas. Él era quien insistía en que, aunque no tuviera grandes celebraciones, la Navidad siempre traía algo especial.
Esa tarde de Nochebuena, los tres caminaban por Fuencarral, su calle, bordeando las múltiples tiendas de ropa, cosméticos y zapatos, mientras las iluminaciones decoraban su recorrido con destellos dorados y rojos. A pesar de que en sus corazones no había mucho espacio para ese “espíritu navideño” que tanto detestaba Mala Estrella, algo en el aire les hacía sentir que las cosas podían ser diferentes por unas horas.
"¿No te cansas de ver siempre lo mismo?", preguntó Mala Estrella a Sang Freda, mientras miraba una de las tiendas de moda, llena de ropa cara, que, desde luego, ellos no podían permitirse.
"Lo que pasa es que no estás buscando lo correcto", respondió Sang Freda con una media sonrisa. "La Navidad no va de las cosas que compras, sino de lo que encuentras. A veces, es algo que no ves a simple vista".
Paquito, que caminaba unos pasos por delante, se detuvo de golpe al ver una vitrina tras la que asomaba un pequeño dragón de peluche. Su rostro se iluminó al instante.
"¡Mirad esto! ¡Es igualito al que tenía en casa cuando era más pequeño!" exclamó, con la cara llena de emoción. "No recuerdo quién me lo regaló... ¡es el dragón de las navidades más antiguas!".
Mala Estrella y Sang Freda se acercaron al escaparate y observaron la figura. Aunque a ambos les parecía un dragón algo infantil, el brillo en los ojos de Paquito hizo que, por un momento, se olvidaran de sus propios sentimientos hacia todo lo que rodeaba las festividades navideñas.
"¿Por qué no lo compras?", le dijo Sang Freda, casi en tono de broma.
"No puedo," dijo Paquito, encogiéndose de hombros. "No tengo dinero".
Un silencio incómodo se instaló entre ellos… hasta que Mala Estrella rompió el hechizo, mirando la figura con determinación.
"Voy a comprarlo yo", dijo con voz baja pero firme, mientras sacaba su cartera para comprobar si llevaba suficiente dinero encima.
"No tienes que hacerlo", protestó Paquito, algo turbado. "Te lo agradezco, pero..."
"Déjame. Es solo un peluche. No es nada del otro mundo". Mala Estrella no sabía muy bien por qué lo decía. Tal vez estaba buscando una excusa para salir de su propio conflicto emocional. Pero cuando vio la sonrisa de Paquito al recibir el pequeño regalo, algo dentro de él se conmovió... y eso era casi insólito en Mala Estrella.
"¿Ves?", dijo Sang Freda, señalando el rostro de Paquito, que ahora brillaba de alegría. "Eso es lo que te decía. La Navidad no es la ropa cara ni las luces de los escaparates. Es lo que encuentras, aunque sea algo pequeño".
Paquito sujetó el peluche con firmeza y, pese a no entender bien todo lo que estaba diciendo Sang Freda, sentía que algo en el ambiente había cambiado. La Navidad no tenía que ser perfecta ni grande, solo tenía que ser auténtica.
Los tres continuaron su paseo, en dirección a la Gran Vía. Ya no importaba si estaban rodeados de luces brillantes ni si el mundo parecía tan ajeno a ellos. En ese momento, hasta el frío del invierno había desaparecido. El pequeño gesto de un regalo inesperado les bastaba para sentir que, aunque la Navidad fuera diferente para cada uno, de alguna manera, se había colado en sus sentimientos.
"Esto es lo que más me gusta de la Navidad," dijo Paquito, mirando a sus amigos. "Lo que encontramos sin buscarlo".
Mala Estrella le sonrió, en silencio, y Sang Freda levantó hacia el cielo una imaginaria copa, en un brindis improvisado.
"Por encontrar lo que importa", dijo, con su media sonrisa habitual.
Y así, bajo las radiantes luces de Fuencarral, esa víspera de Navidad fue diferente. No porque fuera perfecta, sino porque se construyó, por primera vez, sobre lo que realmente importaba: la amistad.
Chat GPT y Sang Freda, en recuerdo de Mala Estrella (Fuencarral, 23 de diciembre de 2024).
martes, 17 de octubre de 2017
"Don Octavio nos roba"
Don Octavio (más conocido en el inmueble como 'Cantinflas') era el propietario de la finca. Cada primero de mes tenía la impopular costumbre de pasar personalmente piso por piso, con la disparatada pretensión de cobrar la renta. Eso sí, cuando se aproximaba al cuarto derecha, reclamaba la presencia de Fernanda (esposa de Miguel) para que cuidase de su integridad física, que, por lo general, corría un grave riesgo al intentar recaudar la mensualidad en casa de los Valentí.
Nunca se supo, a ciencia cierta, por qué los hermanos Valentí mostraban esa violenta animadversión hacia 'Cantinflas' (ellos habían sido, claro está, los creadores del mote), pero el hecho es que siempre se mostraban muy ofendidos con él, así como soliviantados con sus presuntas prácticas de latrocinio, mientras aseguraban, entre horribles juramentos y soeces blasfemias (que alternaban con piadosos votos a la Santísima Virgen), que la próxima vez no saldría con vida del edificio. Minutos después, olvidaban por completo el asunto hasta que, un mes más tarde, don Octavio, inasequible al desaliento, repetía su infructuosa visita y volvía a producirse un episodio similar.
Puede que fuesen ellos los iniciadores de la revuelta. O, tal vez, no. Eso nunca se supo.
Los otros fuencarralenses, los más moderados, entre los que se contaban Queraltó, don Francisco, el inquilino del quinto derecha (cuyo nombre carece de importancia) y el dueño de la zapatería 'La Bruja', apostaban por una solución negociada con la propiedad, postura que también defendía Miguel, desde su condición de empleado de la finca.
Se habló de referéndum entre los inquilinos, "verdaderos depositarios del espíritu ancestral de la gloriosa finca" (según los disidentes), pero nunca se llegó a producir una votación que respaldase el movimiento plebiscitario encabezado por los Valentí (sonoramente secundado, patio a través, por Pellico). De hecho, la única urna (procedente de una caja de 'Magia Borrás') de la que se tiene constancia fue vista muchos años después en el local de la portería, cuando se utilizó por los futuros Miembros de Honor de Taiwan Bird para elegir a su presidente.
La escalada dialéctica fue a más y el enfrentamiento con don Octavio se hizo inevitable. Los reformistas se consideraban (al menos, eso repetían) legitimados para tomar posesión de las viviendas que ya ocupaban, afirmación que parecía un tanto ociosa puesto que hacía años que residían en ellas. Pero daba igual: la mera insinuación de lo obvio no conseguía sino enardecer el ardor guerrero (es una metáfora, excepto en referencia a los Valentí) de los sublevados, quienes se juramentaron para desobedecer a 'Cantinflas' en defensa de una justicia que, según argumentaban con expresión digna y gesto altivo, estaba muy por encima de cualquier ley promulgada (en especial, la de arrendamientos urbanos).
Fueron tajantes al asegurar que nada ni nadie les movería de esta postura, moralmente impecable y fundamentada en unos valores irrenunciables, heredados de sus progenitores y de los progenitores de sus progenitores. Era una cuestión de principios. "Queremos que esta sea una casa moderna, actual, de nuestro tiempo. No nos gusta tener un casero rancio, chapado a la antigua, que solo vive preocupado por cobrar los alquileres", dijo el de la pensión 'Pozas', bajo cuya placa de latón había otra, más pequeña, que especificaba: 'Viajeros y Estables'.
Lo que siguió a continuación, según me cuentan, fue repetitivo y aburrido. Tanto que nadie tuvo ánimos para contármelo.
Años más tarde, estando ya a punto de terminar mis estudios de bachillerato en el Ramiro de Maeztu, cayó, por casualidad, en mis manos un recibo del alquiler de nuestro piso. Yo no estaba muy al corriente de los precios de las viviendas alquiladas en Madrid, pero me dio la impresión de que era muy barato.
sábado, 11 de febrero de 2017
Houdini vuelve a Fuencarral
En el número 21 de la calle de Fuencarral, haciendo esquina con San Onofre, estuvo la más importante sala de magia de Madrid, Houdini.
| Cargado de cadenas y grilletes |
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| La firma de Harry Houdini y el logotipo de la sala de magia, inspirado en ella |
El título de la muestra es 'Houdini. Las leyes del asombro'. Visitándola hacemos un recorrido por la vida profesional de quien ha pasado a la historia del ilusionismo, con todo merecimiento, como el más famoso 'escapista' de todos los tiempos.Buen atleta, genio de la magia y gran comunicador, fue el artífice de los principios de ilusionismo moderno, destacando por sus espectaculares puestas en escena, muchas veces sustentadas sobre actuaciones que se apoyaban en fundamentos científicos, físicos y de una depuradísima técnica, en cuyo perfeccionamiento trabajó incansablemente durante toda su vida.
Y no faltan en ella muestras del impactante despliegue publicitario que siempre acompañó sus actuaciones por todo el mundo. Esta eficaz actividad publicitaria, así como su frecuente aparición en los medios, a través de entrevistas y reportajes, ayudó, de forma considerable, a extender su fama tanto en los Estados Unidos, como a nivel internacional.
También fue un maestro en el arte de las desapariciones imposibles, como la de su elefanta Jennie, que se esfumaba delante de las narices de los asombrados espectadores.
No hay que olvidar que una buena parte de sus números los realizaba a base de la extraordinaria capacidad que había desarrollado para superar situaciones límite, imposibles para una persona normal que careciese de su fortaleza y habilidades, conseguidas todas ellas mediante un intenso, constante y concienzudo entrenamiento. Esa capacidad de trabajo y permanente afán de superación, unidos a su genio natural para el espectáculo y la innovación, son las virtudes que le convirtieron en el más grande de los magos y le han permitido pasar como tal a la historia.
En esta faceta de sus habilidades, cabe destacar que se convirtió en la primera persona que voló sobre Australia, hecho que se produjo el 16 de marzo de 1910, tras haber realizado un largo viaje en barco desde el puerto francés de Marsella hasta Melbourne, en el que fuera su único (y muy notable) viaje a Oceanía.
Un hombre extraordinario, cuya bien ganada fama sigue viva en el recuerdo de todos.
Ya iba siendo hora de que Houdini regresase a la calle de Fuencarral.
Le estábamos esperando.
jueves, 20 de octubre de 2016
Galápagos y delfines en Hortaleza
La fuente se encuentra en la esquina con la calle de Santa Brígida, adosada al pequeño chaflán del edificio del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, que fuera durante muchos años sede de otro colegio, las Escuelas Pías de San Antón sin duda alguna el más famoso del barrio (en él estudiaron, entre otros, Víctor Hugo, Mala Estrella y Paquito). Allí estuvo antes un antiguo hospital de leprosos, regentado por los hermanos de San Antonio Abad.![]() |
| Plano de Texeira (1656) |
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| Plano de Chalmandrier (1761) |
Madrid creció y se embelleció mucho en ese largo período, evolucionando las necesidades de una ciudad que, durante el reinado de Carlos III, fue modernizándose y mejorando en su estética y en su funcionalidad urbana. Así, en 1770, siendo Ventura Rodríguez desde 1764 maestro mayor de fuentes (fontanero mayor), proyecta la construcción de la fuente de los Galápagos, para sustituir a la primitiva.
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| Proyecto de Ventura Rodríguez para la nueva fuente (1770) |
En el alzado podemos apreciar el jarrón adosado al nuevo chaflán (obra de Miguel Jiménez) flanqueado por unos galápagos que acabaron dando nombre a la fuente.
Si comparamos el proyecto original con la fotografía de Alfonso Begué (1864), que reproducimos a la izquierda, apreciamos bien algunas diferencias, siendo las más notables la fecha grabada sobre la fuente (está claro que fue proyectada en 1770 y realizada en 1772) y el número de caños (uno el el dibujo de Ventura Rodríguez y cuatro en la fotografía). Suponemos que, como casi siempre ocurre, en el diseño prevaleció la belleza de la composición estética y en la realidad, la eficacia práctica de su uso.
Muchos años estuvo en pie la fuente, según el diseño original de Rodríguez, hasta que en 1900, con un tráfico creciente en una calle tan céntrica, volvió a resultar incómoda para los giros entre Hortaleza y Santa Brígida, eliminándose el jarrón de las tortugas y reduciendo la superficie semicircular del arca. Estas modificaciones resultaron en el aspecto que hoy presenta la fuente, al incorporarse los dos delfines actuales adosados al muro del chaflán. He aquí la causa de la confusión entre delfines y galápagos cuando unos y otros se refieren a la fuente. El hecho de que permanezca sobre ella la fecha de la construcción de la de los Galápagos, induce al error de pensar que fue en ese año cuando se instaló la que ahora vemos con dos delfines.

En esta otra fotografía, de 1946, vemos a dos chicos (probablemente alumnos de los Escolapios de San Antón) refrescándose en la fuente.
Y alguna reforma tuvo entre 1930 y 1946, ya que el murete semicircular del arca es más alto que en la imagen anterior y la pared de ladrillos en la que se apoyan los delfines ha sido cubierta por placas de piedra.
Hoy se han vuelto a dejar a la vista los ladrillos, eliminando en esa parte el paramento de placas de piedra, así como una chapa metálica rectangular que puede apreciarse en ambas fotografías (a la izquierda) y que podría ser la tapa de un registro.
También se observa que, en ese momento, solo manaba agua de uno de los dos caños
Sin embargo, las confusiones no terminan aquí. Y es que hubo otra fuente, muy próxima, que se llamó fuente de los Galápagos. Una fuente que, además, tenía delfines. Y los sigue teniendo, ya que sigue existiendo, aunque ahora está situada en el parque del Retiro.
Queda claro, a la vista de todo ello, que delfines y galápagos han sido vecinos habituales (dos de los primeros aún lo son) de la calle de Hortaleza y que sus reiteradas idas y venidas son las causantes de esas confusiones que se producen al nombrar, recordar e identificar sus fuentes.
Esperemos que este breve recorrido por su historia haya servido para ayudar a conocerlas un poco mejor.
viernes, 7 de octubre de 2016
Hitchcock
Solo era cuestión de tiempo. Tarde o temprano, el mago del suspense tenía que darse una vuelta por la calle de Fuencarral.
Todo ello, envuelto en un ambiente 'de cine', siempre dentro del universo particular de este gran director, probablemente el más reconocible de todos los tiempos.
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| Grabando en la instalación de 'Los pájaros' |
La exposición (dicen que es la primera realizada en España sobre él) recoge aspectos muy diversos de su filmografía, desde la explicación de algunos de sus trucos visuales hasta fotogramas ampliados y minisecuencias de algunas de sus películas más recordadas, como 'Los pájaros', 'Vértigo', 'Psicosis' o 'La ventana indiscreta'.
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| Grace Kelly en 'La ventana indiscreta' |
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| Vigilando la exposición |
Pero todavía hay mucho más, empezando por los letreros que dan paso a las distintas salas, con su aspecto de carteleras luminosas de cines de mediados del siglo XX, y siguiendo con los vestidos que lucieron Grace Kelly y Kim Novak, así como algunos carteles originales.
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| Rodaje de 'Los pájaros' |
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| 'Marnie, la ladrona' |
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| Grace Kelly y Cary Grant en 'Atrapa a un ladrón' |

martes, 19 de julio de 2016
El Tribunal de Cuentas del Reino
| Edificio del Tribunal de Cuentas del Reino (Fuencarral, 81) |
| Dando nombre a una estación de la línea 1 del Metro de Madrid |
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| Detalle del documento manuscrito de Luis María Prado (1869) |
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| Manzana 350 (Planimetría General de Madrid) |
| Ampliación de la fachada posterior de la casa del conde de Aranda (Ramón Durán) |
Ya en 1815, unos cuantos años después de la muerte del conde, sus herederos venden la finca al rey Fernando VII, quien la convierte en cuartel de la Guardia Walona.
| La manzana 350 en 1930, según la maqueta de León Gil de Palacio |
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| Un bonito grabado de la época, en el que vemos el edificio recién terminado |
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| El edificio en su estado actual (izquierda) y tal como fue diseñado y construido por Jareño (derecha) |
Desde estas ventanas circulares se observa una curiosa vista de Madrid, tal como podemos ver en la fotografía realizada desde una de las salas de la biblioteca del Tribunal de Cuentas.























