El blog de una casa muy especial... en el corazón de la calle más famosa de Madrid

sábado, 11 de febrero de 2017

Houdini vuelve a Fuencarral


En el número 21 de la calle de Fuencarral, haciendo esquina con San Onofre, estuvo la más importante sala de magia de Madrid, Houdini. 
Dicen que fue el 20 de octubre de 1995 cuando abrió sus puertas al público este local de excepcionales características, destacando, en particular, una decoración muy cuidada, capaz de transmitir el misterioso ambiente que cabe esperar de de una verdadera sala de magia, sin duda, la mejor en su momento. Fue su director Pablo Segóbriga de Garmany (Pablo Morales García, que tomó su apellido artístico de las ruinas romanas próximas a su Saelices natal), un destacado ilusionista, especializado en magia de cerca y mentalismo, maestro de muchos magos españoles. 

Cargado de cadenas y grilletes
Houdini cerró su magnífica sala de Fuencarral a finales de 2004 (no fue un buen año, no), aunque poco después abrió otro más pequeño cerca del Auditorio Nacional de Música, que se ha mantenido en activo desde entonces.
Curiosamente, el gran cartel con su nombre (rojo con letras blancas y tubos de neón que se van descolgando poco a poco) que anunciaba su presencia en la calle de Fuencarral, sigue allí, a la vista de los miles de transeúntes que la recorren a diario (la mayoría de los cuales, claro está, desconocen el porqué de su notable existencia).


Pues bien, Houdini (que como acabamos de contar nunca llegó a marcharse del todo de Fuencarral) ha vuelto. Pero, esta vez, ha sido el gran Harry Houdini el que se ha presentado, de la mano del Espacio Fundación Telefónica, en otra de sus atractivas exposiciones (del 10 de febrero al 28 de mayo de 2017).


La firma de Harry Houdini y el logotipo de la sala de magia, inspirado en ella

El título de la muestra es 'Houdini. Las leyes del asombro'. Visitándola hacemos un recorrido por la vida profesional de quien ha pasado a la historia del ilusionismo, con todo merecimiento, como el más famoso 'escapista' de todos los tiempos.
Nacido en Budapest en 1874, en el seno de una familia judía, muy pronto (a los cuatro años de edad) se trasladó con sus padres y hermanos a los Estados Unidos. 
Buen atleta, genio de la magia y gran comunicador, fue el artífice de los principios de ilusionismo moderno, destacando por sus espectaculares puestas en escena, muchas veces sustentadas sobre actuaciones que se apoyaban en fundamentos científicos, físicos y de una depuradísima técnica, en cuyo perfeccionamiento trabajó incansablemente durante toda su vida.

Houdini se llamaba en realidad Erik Weisz, nombre que 'americanizó' cuando, al emigrar a los Estados Unidos, lo transformó en Erich Weiss. Sin embargo, influido por la lectura de las memorias de Jean Eugène Robert-Houdin (célebre ilusionista francés considerado el padre de la magia moderna), adoptó una ligera variación de su apellido (que, en realidad, no lo era hasta que añadió el de su esposa al suyo, creando el compuesto Robert-Houdin), convencido de que, en francés, la 'i' final con la que lo completó significaba 'igual a'.

Harry Houdini vivió a caballo entre el final del siglo XIX y el principio del XX (la mitad de su vida en cada uno), ya que murió el 31 de octubre de 1926, a la edad de cincuenta y dos años. Todavía hoy, los magos de todo el mundo celebran sesiones cada 31 de octubre, invocando el espíritu de Houdini. 

La exposición consta de seis partes, entre las que destaca la dedicada al escapismo, la gran especialidad del gran ilusionista de Budapest. En ella podemos ver piezas que reproducen objetos e imágenes relacionadas con el trabajo de Houdini, tales como el vídeo de la 'celda de tortura acuática´ de la que escapaba tras haber producido una profunda impresión en el ánimo del público que asistía a su espectáculo.
Y no faltan en ella muestras del impactante despliegue publicitario que siempre acompañó sus actuaciones por todo el mundo. Esta eficaz actividad publicitaria, así como su frecuente aparición en los medios, a través de entrevistas y reportajes, ayudó, de forma considerable, a extender su fama tanto en los Estados Unidos, como a nivel internacional. 







También fue un maestro en el arte de las desapariciones imposibles, como la de su elefanta Jennie, que se esfumaba delante de las narices de los asombrados espectadores.
Y no faltan las referencias a su animadversión por el espiritismo (tan en boga en su tiempo), al que él combatía activamente, por considerarlo un fraude basado en supuestos fenómenos paranormales que chocaban frontalmente con su concepción científica y física del ilusionismo, concebido como una técnica sustentada en la destreza, el esfuerzo y el trabajo duro. 



No hay que olvidar que una buena parte de sus números los realizaba a base de la extraordinaria capacidad que había desarrollado para superar situaciones límite, imposibles para una persona normal que careciese de su fortaleza y habilidades, conseguidas todas ellas mediante un intenso, constante y concienzudo entrenamiento. Esa capacidad de trabajo y permanente afán de superación, unidos a su genio natural para el espectáculo y la innovación, son las virtudes que le convirtieron en el más grande de los magos y le han permitido pasar como tal a la historia.

Luminoso de la desaparecida sala Houdini en Fuencarral
Pero este gran artista, que revolucionó la magia, incorporando siempre a sus más que llamativos espectáculos características sorprendentes y un buen número de novedades adelantadas a su época, fue, además, un pionero de la aviación.
En esta faceta de sus habilidades, cabe destacar que se convirtió en la primera persona que voló sobre Australia, hecho que se produjo el 16 de marzo de 1910, tras haber realizado un largo viaje en barco desde el puerto francés de Marsella hasta Melbourne, en el que fuera su único (y muy notable) viaje a Oceanía.


Un hombre extraordinario, cuya bien ganada fama sigue viva en el recuerdo de todos.
Ya iba siendo hora de que Houdini regresase a la calle de Fuencarral. 
Le estábamos esperando.