El blog de una casa muy especial... en el corazón de la calle más famosa de Madrid

lunes, 23 de diciembre de 2024

Regreso al futuro... o al pasado, en Fuencarral


Era la tarde del 24 de diciembre y, como cada año, la calle de Fuencarral se vestía de luces y ruido. Los escaparates se llenaban de todo tipo de tentaciones navideñas, el aire soplaba más seco que frío y, entre la avalancha de personas que bajaban apresuradas hacia la Gran Vía, abundaban gorros rojos de Papá Noel, bufandas de colores, y esa mezcla de risas nerviosas y miradas perdidas propias de las fiestas. Pero para Mala Estrella, Sang Freda y Paquito la Navidad era un asunto completamente distinto.

Mala Estrella, quien a sus 16 años aparentaba muchos más, reflejaba en su rostro el porqué de su nombre: cierta melancolía, un tanto distante, y ese aspecto de estar siempre en busca de algo que nadie sabía muy bien qué era. La Navidad no era su época favorita del año; pensaba que todo el jaleo que la rodeaba solo ocultaba las cosas que realmente importaban. Con su habitual ironía, no exenta de un cierto fondo de lamento, se refería a la actitud general del mundo en esas fechas como “el espíritu navideño”.

Sang Freda, su mejor amigo, era todo lo contrario. Él llevaba las fiestas con entusiasmo, siempre buscando motivos para disfrutar, incluso en los días más oscuros. Su apodo le venía por su habilidad para mantener la calma en cualquier situación, por comprometida o incómoda que pudiera ser, ya fuera un paseo bajo la fría lluvia de diciembre o una conversación difícil.

Paquito era el más joven del grupo. A sus 14 años, era la chispa que mantenía viva la amistad entre ellos. Su mundo todavía era un poco menos complicado y, aunque vivía con los pies en el suelo, siempre trataba de ver el lado positivo de las cosas. Él era quien insistía en que, aunque no tuviera grandes celebraciones, la Navidad siempre traía algo especial.

Esa tarde de Nochebuena, los tres caminaban por Fuencarral, su calle, bordeando las múltiples tiendas de ropa, cosméticos y zapatos, mientras las iluminaciones decoraban su recorrido con destellos dorados y rojos. A pesar de que en sus corazones no había mucho espacio para ese “espíritu navideño” que tanto detestaba Mala Estrella, algo en el aire les hacía sentir que las cosas podían ser diferentes por unas horas.

"¿No te cansas de ver siempre lo mismo?", preguntó Mala Estrella a Sang Freda, mientras miraba una de las tiendas de moda, llena de ropa cara, que, desde luego, ellos no podían permitirse.

"Lo que pasa es que no estás buscando lo correcto", respondió Sang Freda con una media sonrisa. "La Navidad no va de las cosas que compras, sino de lo que encuentras. A veces, es algo que no ves a simple vista".

Paquito, que caminaba unos pasos por delante, se detuvo de golpe al ver una vitrina tras la que asomaba un pequeño dragón de peluche. Su rostro se iluminó al instante.

"¡Mirad esto! ¡Es igualito al que tenía en casa cuando era más pequeño!" exclamó, con la cara llena de emoción. "No recuerdo quién me lo regaló... ¡es el dragón de las navidades más antiguas!".

Mala Estrella y Sang Freda se acercaron al escaparate y observaron la figura. Aunque a ambos les parecía un dragón algo infantil, el brillo en los ojos de Paquito hizo que, por un momento, se olvidaran de sus propios sentimientos hacia todo lo que rodeaba las festividades navideñas.

"¿Por qué no lo compras?", le dijo Sang Freda, casi en tono de broma.

"No puedo," dijo Paquito, encogiéndose de hombros. "No tengo dinero".

Un silencio incómodo se instaló entre ellos… hasta que Mala Estrella rompió el hechizo, mirando la figura con determinación.

"Voy a comprarlo yo", dijo con voz baja pero firme, mientras sacaba su cartera para comprobar si llevaba suficiente dinero encima.

"No tienes que hacerlo", protestó Paquito, algo turbado. "Te lo agradezco, pero..."

"Déjame. Es solo un peluche. No es nada del otro mundo". Mala Estrella no sabía muy bien por qué lo decía. Tal vez estaba buscando una excusa para salir de su propio conflicto emocional. Pero cuando vio la sonrisa de Paquito al recibir el pequeño regalo, algo dentro de él se conmovió... y eso era casi insólito en Mala Estrella.

"¿Ves?", dijo Sang Freda, señalando el rostro de Paquito, que ahora brillaba de alegría. "Eso es lo que te decía. La Navidad no es la ropa cara ni las luces de los escaparates. Es lo que encuentras, aunque sea algo pequeño".

Paquito sujetó el peluche con firmeza y, pese a no entender bien todo lo que estaba diciendo Sang Freda, sentía que algo en el ambiente había cambiado. La Navidad no tenía que ser perfecta ni grande, solo tenía que ser auténtica.

Los tres continuaron su paseo, en dirección a la Gran Vía. Ya no importaba si estaban rodeados de luces brillantes ni si el mundo parecía tan ajeno a ellos. En ese momento, hasta el frío del invierno había desaparecido. El pequeño gesto de un regalo inesperado les bastaba para sentir que, aunque la Navidad fuera diferente para cada uno, de alguna manera, se había colado en sus sentimientos.

"Esto es lo que más me gusta de la Navidad," dijo Paquito, mirando a sus amigos. "Lo que encontramos sin buscarlo".

Mala Estrella le sonrió, en silencio, y Sang Freda levantó hacia el cielo una imaginaria copa, en un brindis improvisado.

"Por encontrar lo que importa", dijo, con su media sonrisa habitual.

Y así, bajo las radiantes luces de Fuencarral, esa víspera de Navidad fue diferente. No porque fuera perfecta, sino porque se construyó, por primera vez, sobre lo que realmente importaba: la amistad.


Chat GPT y Sang Freda, en recuerdo de Mala Estrella (Fuencarral, 23 de diciembre de 2024).