Pese a sus poco más de sesenta metros de longitud, esta pequeña calle que une Fuencarral con Valverde en el actual primer tramo de ambas, no es, como algunos podrían suponer, la más corta de Madrid (honor que ostenta la no muy lejana Rompelanzas con sus apenas veinte metros que unen Carmen con Preciados).
San Onofre |
Así permaneció durante sesenta años, alimentándose de dátiles y agua y vestido con sus propios cabellos, hojas de palma y hierbas entretejidas. Es uno de los llamados Padres del Desierto (famosos eremitas contemporáneos de Onofre) y patrón de varios pueblos españoles, así como de Mónaco y Múnich. Su festividad se celebra el 12 de junio.
A mí siempre me llamó la atención este nombre, tal vez por haber vivido desde niño tan próximo a su calle, y debo reconocer que me gusta y me inspira una abierta simpatía.
Su calle madrileña también me resulta simpática.
Al parecer, lleva este nombre desde tiempo inmemorial y con él aparece ya en el plano de Texeira de 1656.
Las crónicas de la villa cuentan que aquí existió una ermita medieval, dedicada al santo, cuando estos parajes eran tan solo bosques, atravesados por arroyos y situados al norte del pequeño núcleo urbano de Magerit.
Las crónicas de la villa cuentan que aquí existió una ermita medieval, dedicada al santo, cuando estos parajes eran tan solo bosques, atravesados por arroyos y situados al norte del pequeño núcleo urbano de Magerit.
En el plano de Texeira |
La primera, situada en el local de planta baja y primer piso en el que hoy vemos instalada a la marca Diesel (y que fue, por un espacio de tiempo más bien breve y anterior a la apertura de esta nueva tienda de ropa, una cafetería/chocolatería) era una peletería de reconocido prestigio en Madrid, por lo que su cierre provocó una relativa sorpresa (ya estaban desapareciendo demasiados comercios de la zona como para ser algo imposible de imaginar) entre los vecinos y habituales de esta parte inicial de la calle de Fuencarral.
La Peletería San Onofre, al igual que Diesel en la actualidad, tenía escaparates a las dos calles y su entrada por Fuencarral, pese a pertenecer a la finca que ostenta el número 1 de la calle de San Onofre.
Justo enfrente, también haciendo esquina con Fuencarral (en el antiguo número 33, que hoy es el 21), se encontraba una de mis tiendas favoritas: El Cafeto.
No solo era una magnífica tienda de ultramarinos, sino que llevaba el nombre de una de las marcas de café más populares de aquellos tiempos, cuyo pegadizo jingle publicitario se oía con frecuencia en casi todas las emisoras de radio.
La sede central de El Cafeto y su almacén de coloniales, propiedad de Crótido de Simón Martínez, estaba en el número 7 de la cercana calle de Hernán Cortés, siendo la tienda de Fuencarral su principal escaparate de cara al público madrileño.
El local está ocupado, desde hace muchos años, por la Fundación Gonmar de Arte Surrealista, un tema muy apropiado, sin duda, para la actual calle de Fuencarral.
Apenas siete inmuebles son los que forman la calle, tres en la acera de los impares y tres, más estrechos, en la otra.
Tras el de la vieja peletería y hoy moderna Diesel, que corresponden al primer número, aparece la cafetería La Austriaca, ya en el 3, un lugar popular, económico y muy frecuentado por quienes trabajan en sus proximidades. Siempre lleno a la hora del desayuno y la comida, sus platos caseros, sus precios moderados y su veteranísimo y eficaz personal hacen que la mayoría de sus clientes sean habituales de este restaurante familiar que sirve postres elaborados por su vecino, el Horno de San Onofre.
El Horno de San Onofre es una de las confiterías de Madrid más apreciadas por la calidad de unos productos que son elaborados con técnicas artesanales, pero no exentos de un toque de modernidad en su presentación. Desde 1972, Daniel Guerrero, transformó la antigua pastelería El Buen Gusto (mencionada por Galdós en su novela Fortunata y Jacinta) en el local de éxito que todos conocemos hoy. Sin duda ninguna, esta reputada empresa de repostería artesana (cuenta con varias sucursales en Madrid) es lo más famoso de la calle y el hecho de llevar su nombre ha contribuido a darla a conocer entre vecinos y visitantes de la capital.
Ya haciendo esquina con Valverde y frente al histórico convento e iglesia de las Mercedarias, nos encontramos con un edificio totalmente renovado que alberga al Splendom Suites Gran Vía, una excelente alternativa al hotel para hospedarse en pleno centro de Madrid y sentirse como en casa, a un precio razonable y disfrutando de habitaciones o apartamentos con cocina privada y todos los servicios, en un ambiente que mezcla lo contemporáneo y lo clásico. La rehabilitación del inmueble se ha hecho respetando al máximo el exterior, que mantiene todos los elementos propios de las bonitas casas madrileñas de finales de XIX y principios del siglo XX. Muy recomendable tanto para viajes de negocios como para turismo y estancias familiares.
El luminoso de Houdini, reflejado en la ventana de Diesel |
En la misma esquina de Fuencarral en la que estuvo El Cafeto, pero entrando por San Onofre y ocupando un gran local interior de varias plantas, estuvo la conocida sala de magia Houdini, que todavía conserva su enorme cartel vertical de neón, bien visible para todos aquellos transeúntes que suben y bajan por la concurrida calle de Fuencarral. Hace años que se trasladó al barrio de Prosperidad y allí sigue ofreciendo espectáculos sobresalientes de magia, como los que hubo en el antiguo local de San Onofre, al que tuve la suerte de acudir muchas veces y ver, en directo, excelentes actuaciones de grandes ilusionistas, como Juan Tamariz y mi amigo, el malogrado Pepe Carroll, entre otros.
Junto a la que fuera la entrada de la sala de magia, tenemos la oportunidad de tomarnos una ración de pizza en L'Isola Bella, uno más de los múltiples puntos que el Gruppo Il Siciliano tiene, eficazmente, repartidos por Madrid.
En el número 4 vivió el insigne músico Isaac Albéniz, tal como acredita una placa situada sobre su fachada. Esto sucedió entre 1873 y 1882, mientras cursaba sus estudios en el Real Conservatorio de Música, siendo ya un prodigio al piano, pues dio su primer concierto con este instrumento a la edad de cuatro años. Albéniz nació en Camprodón (Gerona), localidad que lleva el nombre del autor del libreto de Marina, y falleció en Cambo-les-Bains, el maravilloso pueblo cercano a Biarritz que tanto me gusta y donde vivió Edmond Rostand, el dramaturgo francés a quien debemos Cyrano de Bergerac.
Estas tres circunstancias, añadidas a la indiscutible calidad de su música, hacen de Albéniz uno de mis músicos españoles favoritos.
Muy cerca, y ya en la siguiente casa, nos encontramos con Harpo. HRP-Harpo es un centro de maquillaje profesional, que cuenta con escuela y una tienda especializada en la que se puede encontrar de todo lo relacionado con este verdadero arte, que aquí alcanza su máxima expresión. Pelucas, bigotes, barbas, pestañas... cualquier complemento necesario para el maquillaje del mundo del espectáculo está disponible en Harpo y, por supuesto, en su página web, cuya tienda virtual también merece una vista reposada de todos los interesados en el tema.
Al llegar al número 8, el último de la calle en este lado, vemos algo que no nos gusta. Es la imagen, cada vez más deteriorada, de lo que fue un pequeño comercio histórico, de esos que nos gustan tanto a todos los que añoramos un tipo de tiendas de las que, por desgracia, cada vez quedan menos. Me refiero a la colchonería de Mariano Marina, fundada en 1897 y cuyas últimas dueñas fueron sus nietas, Ángela, Trinidad y Pilar. El negocio no ha podido aguantar más y desde finales de 2011, el local se encuentra a la venta. Lo único que cabe esperar es que quien termine comprándolo tenga la sensibilidad, el buen gusto y la inteligencia de conservar el rótulo original que con la especial belleza de este tipo de carteles, serigrafiados sobre cristal o espejo, avisa con meridiana claridad a qué se dedicaba el señor Marina. Ojalá sea así.
Colchonería de Mariano Marina |
Junto a la vieja colchonería está la interesante y ya veterana peluquería de Alfredo Jiménez, cuya pequeña entrada da acceso a un interior bien decorado y atractivo, en el que se atiende a clientes de uno y otro sexo, muchas veces interesados en buscar un nuevo aspecto en su imagen a través de su peinado, y que suelen encontrar en esta peluquería el lugar ideal para hacerlo, pues llevan muchos años especializados en adaptar el corte de pelo a la personalidad del cliente, algo que, sin duda, es siempre atractivo y que, sin embargo, pocas veces se intenta con verdadera determinación. Aquí, los que se decidan a dar ese paso, tienen garantizado estar en las mejores manos para que les ayuden a reconducirse hacia un estilo más clásico, moderno o vanguardista...
Ya casi al final de la calle, el sencillo bar San Onofre limita con los escaparates de una tienda de calzado deportivo (Consuela) que ya no pertenece a esta calle, sino a Valverde.
Miradores y balcones en la calle de San Onofre |
Se trata, nada menos que del convento, colegio e iglesia de las Mercedarias de D. Juan de Alarcón. La iglesia, terminada en 1656, es una joya del barroco madrileño.
En su interior, es de destacar el retablo del altar mayor, en el que se alza, imponente, un gran cuadro de Juan de Toledo en el que se representa a la titular del convento, que es la Inmaculada Concepción.
En su interior, es de destacar el retablo del altar mayor, en el que se alza, imponente, un gran cuadro de Juan de Toledo en el que se representa a la titular del convento, que es la Inmaculada Concepción.
Una visita obligada para quienes quieran completar su paso por la pequeña calle de San Onofre con algo de mayor entidad artística e histórica que tomar el fresco, cambiar de peinado o comprar dulces (aunque sean muy buenos, que lo son).
Las Mercedarias de D. Juan de Alarcón |
Una calle breve, sí, pero con larga historia e inseparablemente ligada a su concurrida vecina, la gran arteria de Fuencarral, por la que nunca deja de fluir una corriente humana que no debería pasar tan distraída junto al bonito y muy antiguo nombre de Onofre, que trae recuerdos del solitario desierto egipcio, de una olvidada ermita medieval y, para mí, de aquella elegante peletería de la esquina. Y, por supuesto, de la música ingenua y radiofónica del excelente torrefacto El Cafeto: "¡Ay! ¿A quién no le gustará...?"
Preciosa historia!
ResponderEliminarPreciosa historia!
ResponderEliminarIneresantisimo artículo que me ha hecho recordar momentos de mi infancia y juventud y me ha enseñado muchas cosas que desconocía. Paco, tienes que publicar estos artículos en forma de libro: no prives de tus conocimientos y de tu buena literatura a los que no tienen aún acceso a internet y a los que desconocen tus formidables blogs. Yo he tenido la suerte de descubrirlos casualmente, pero muchos los desconocen por desgracia.
ResponderEliminarMe ha encantado. Me recordó mi infancia, cuando mi madre me compraba bartolillos de crema y muñecos de pasta de azúcar en el Horno de San Onofre, allá por el año 1955. ¡Estaban riquísimos! Muchas gracias por tu blog.
ResponderEliminarMe ha encantado. Me recordó mi infancia, cuando mi madre me compraba bartolillos de crema y muñecos de pasta de azúcar en el Horno de San Onofre, allá por el año 1955. ¡Estaban riquísimos! Muchas gracias por tu blog.
ResponderEliminarGracias por el artículo. Gracias a ti, he descubierto que hay una calle en Madrid que lleva el nombre de mi padre.
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