El blog de una casa muy especial... en el corazón de la calle más famosa de Madrid

lunes, 16 de febrero de 2015

San Mateo, una calle con historia

Yo defiendo la teoría de que, en un tiempo remoto, lo que hoy es la calle de San Mateo fue parte del primitivo camino de Madrid a Hortaleza. Luego, cuando la ciudad fue creciendo y la Puerta del Sol se incorporó a la antigua villa, surgió uno nuevo, a través de las actuales calles de Montera y Hortaleza, que fueron dejando en desuso al que se iniciaba en lo que hoy es la plaza de Santo Domingo. Ambos trayectos se unen en la plaza de Santa Bárbara para continuar, ya unidos, hacia el viejo pueblo de Hortaleza.
En cualquier caso, la calle de San Mateo lleva muchos años uniendo dos importantes puntos de la ciudad de Madrid, como son la calle de Fuencarral y la ya mencionada plaza de Santa Bárbara, en la que estuvo una de las puertas de la villa.

La calle de San Mateo en 1926
Hoy nos parece solo una calle estrecha, cuyo movimiento de tráfico está bastante restringido tanto por la peatonalización de Fuencarral como por el corte del pequeño último tramo de la calle, consecuencia de la profunda transformación que sufrió la propia plaza de Santa Bárbara y que, entre otros cambios, impide a los vehículos acceder a San Mateo directamente. 
Sin embargo, por muchos años fue San Mateo una vía de gran trasiego, por la que circularon tranvías, junto con casi todos los vehículos que querían llegar a la Gran Vía desde Alonso Martínez.
La tranquilidad actual de la calle contrasta con aquellos tiempos en la que florecían los comercios en la acera de los pares, mientras que los palacios y los edificios oficiales ocupaban casi toda la de los impares. Algunos de ellos son muy notables y todavía existen.

San Mateo comienza en Fuencarral, muy cerca de Tribunal y del viejo Hospicio, de que solo la separa la paralela calle de la Beneficencia, con la que comparte algunos inmuebles, que tienen entrada por ambas.

En el número 2 de la calle, haciendo esquina con el antiguo número 78 de Fuencarral, hoy 72 o 70 (no está muy claro), existió un café de cierta fama, el Café San Mateo, en el que había conciertos de piano y violín. El café estuvo en funcionamiento durante toda la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX, cerrando definitivamente sus puertas en 1919, tras un progresivo declive.

En esa misma esquina se fundaron, en octubre de 1925, los primitivos Almacenes San Mateo. Nacieron con un innovador método de remuneración a sus empleados, ya que los dependientes cobraban un 5% del importe de sus ventas, como incentivo, pero el éxito no llegó y tuvieron que cerrar. Siete años más tarde, en 1935, abrieron unos nuevos almacenes en esos mismos locales que volvieron a utilizar el nombre de San Mateo. 
Este nuevo comercio sí consiguió una gran fama, popularizada por un eslogan publicitario que ha pasado a la historia ("Si no lo veo, no lo creo. Pero ¡qué barato venden Almacenes San Mateo!"). En los años setenta llegó a contar con ciento cincuenta empleados y ocupó tres plantas del edificio, en el que tenía talleres propios de confección. La de Fuencarral/San Mateo fue su única tienda de venta al público, aunque también vendía al por mayor a tiendas de otras localidades. Fue, como la anterior, una empresa familiar.
He aquí su conocido y recordado anuncio radiofónico, con letra y música de Ramón Perelló, célebre compositor de la época.

Muy cerca, en el número 4, estuvo, desde 1954, uno de los mejores restaurantes de Madrid, La Fuencisla, regentado por Miguel Frutos y su mujer y extraordinaria cocinera, Teresa Rodríguez. Fue muy famoso por su excelente cocina casera de gran calidad. 

Entre sus riquísimos platos destacaban el panaché de verduras, las cocochas, los callos, la merluza, la perdiz y la ventresca, pero había muchos más... y todos dignos de ser probados. El postre especialidad de la casa era el flan de chocolate. 
Por sus mesas con manteles de cuadros pasaron reyes, presidentes y ministros del gobierno y un buen puñado de premios Nobel. 
Sus paredes estaban decoradas con cuadros y dibujos de Ángel González Marcos, Ricardo Sacristán, Perellón, Eustaquio Segrelles, Antonio Casero, Roberto Domínguez...

Un poco más abajo (la calle va descendiendo desde Fuencarral hasta Mejía Lequerica, para volver a subir en su corto tramo peatonal, hacia la plaza de Santa Bárbara) y en la otra acera estuvo un bien conocido edificio que, con el tiempo, dejó su lugar al actual Instituto San Mateo, en el que se cursa el llamado 'Bachillerato de Excelencia', un programa de exigencia y profundización académica, creado bajo los auspicios de la Comunidad de Madrid.

El edificio en cuestión, en el número 5, fue sede de varias instituciones a lo largo de su vida, entre ellas, la encargada de elaborar el papel sellado del Estado (durante la primera mitad del siglo XIX), para acoger más tarde, a partir de 1865, al Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos.
A finales del XIX, concretamente en 1897, se elige a este gran edificio de dos plantas (con fachada a las dos calles, San Mateo y Beneficencia) para albergar la sección central de la Escuela de Artes e Industrias (origen de la Escuela de Ingenieros Técnicos Industriales), que se traslada allí, una vez terminadas las obras de acondicionamiento, a comienzos del siglo XX y permanecerá en estas instalaciones hasta 1931. Desde 1910, el edificio ya se dedica, exclusivamente, a esta función.

Ducado de Veragua
Junto a él, en el número 7, nos encontramos con un extraordinario palacio, el del duque de Veragua. Construido entre 1860 y 1862 por Matías Laviña, este sobrio y clásico edificio que, en origen, contaba con dos plantas rematadas por un templete central con columnas, se completó, por petición expresa de sus dueños, con una tercera. Para resaltar el templete del diseño inicial, se remató con un frontón clásico sobre él. El palacio tiene, también, dos fachadas, una a San Mateo y otra a Beneficencia. 

Como todos sabemos, el ducado de Veragua fue otorgado por Carlos I al nieto de Cristóbal Colón y corresponde a un cuadrado de veinticinco leguas de lado en lo que hoy es la República de Panamá. Junto a este título se le concedió el de marqués de Jamaica y los títulos de Almirante de la Mar Océana y Adelantado Mayor de las Indias. Todo ello a cambio de renunciar al título de virrey de las Tierras Descubiertas del Mar Océano. Posteriormente, Felipe II le concedió el de duque de la Vega.
Entre las obras de arte de diversa índole que tuvo cuando era residencia de los sucesivos descendientes de Luis Colón de Toledo, destacaron cuadros de grandes pintores, como Goya, Zurbarán o Federico Madrazo.
En la actualidad, es la sede del Fondo Español de Garantía Agraria, un organismo autónomo, adscrito al Ministerio de Agricultura.

Gabinete de Larra (Museo del Romanticismo)
Continuando por esta particular 'ruta de los palacios' de San Mateo, llegamos al más popular de ellos, el que edificara Manuel Rodríguez, en 1776, para el marqués de Matallana y que, desde 1924 acoge al bien conocido y muy interesante Museo del Romanticismo, cuya visita es indispensable para conocer bien cuanto rodea a esta época de la cultura y la vida españolas de mediados del XIX.

Pasar una mañana o una tarde en este bonito museo es un verdadero placer, que puede complementarse con un desayuno o un té en el atractivo jardín de este viejo palacio del siglo XVIII que se convertiría en Museo Romántico (su primera denominación) gracias al impulso del marqués de la Vega-Inclán. El museo, que siempre ha sido objeto de especial protección oficial desde su creación, volvió a abrir sus puertas en 2009, tras una profunda remodelación. 
Durante la Guerra Civil, el gobierno de la República nombró director de la institución a Rafael Alberti, con el propósito de salvaguardar mejor sus colecciones, bajo la tutela de una personalidad muy reconocida dentro del mundo de la cultura.

Patio de columnas en la Fundación Fernando de Castro
Anexo al museo, otro singular edificio es el continuador de la línea monumental de esta parte de la calle. Se trata de la Fundación Fernando de Castro, que engloba a las diversas asociaciones creadas, a partir de 1860, por Fernando de Castro para la enseñanza de la mujer. 
Castro, verdadero adelantado a su época, fue uno de los grandes impulsores en nuestro país de las iniciativas encaminadas a la integración activa de la mujer en el mundo moderno, así como a facilitar su acceso a la educación y la cultura.

Este nuevo domicilio de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, se inaugura en 1893, ya que sus anteriores locales, en la calle del Barco y en la de la Bolsa, se habían quedado pequeñas. El proyecto del edificio es obra de Pablo Sánchez, aunque parece que también colaboraron con él (en distintas fases de la obra) Gerardo de la Puente y Manuel Ruiz de Quevedo. Su fachada principal está en San Mateo 15, si bien, como los otros antes mencionados, tiene otra que da a la calle de la Beneficiencia, en la que, con posterioridad a su inauguración, se abrió una segunda entrada. En el año 2005, se llevó a cabo una completa rehabilitación del inmueble, del que hay que resaltar que tanto su clásico exterior, como muchos aspectos de su innovador interior, en el que se mezclan con acierto estilos y materiales, son muy atractivos desde el punto de vista arquitectónico.

Fernando de Castro y Pajares
Y, desde luego, también es interesante conocer la vida y obra de este gran personaje que fue Fernando de Castro y Pajares, doctor, filósofo, catedrático, rector de la Universidad Central de Madrid, académico, senador y, sobre todo, inconformista. Defensor permanente del progreso y entusiasta del derecho a la igualdad de oportunidades ante la educación, en un siglo en que casi nadie compartía su avanzada forma de pensar.

Para completar el patrimonio palaciego de esta singular e histórica calle, tenemos que mencionar los dos que, ya atravesada Mejía Lequerica, ocupan ambos lados del hoy tramo peatonal de la calle. Ambos se encuentran lindando con la plaza de Santa Bárbara y son dos edificios de gran categoría, con muy distinto estado de conservación.
El de la acera de los impares es el del marqués de Ustáriz, una casa palaciega que había sido construida en 1748 por el arquitecto José Pérez, adquirida en la segunda mitad de ese siglo por el conde de Villagonzalo y vendida, ya a comienzos del XXI, a una empresa inmobiliaria.
Su situación actual es lamentable y muchos temen que amenace ruina. Al parecer fue comprado con la intención de convertirlo en hotel y las obras, ya comenzadas, fueron detenidas por la intervención de la justicia, puesto que la propiedad estaba involucrada, junto con otras, en el entramado de la llamada 'Operación Malaya'.
Esperemos que el máximo nivel de protección con que cuenta el palacio sea suficiente para evitar que el aparente riesgo que se cierne sobre lo que queda de él se materialice antes de que lleguen a ser acometidas las necesarias obras de rehabilitación.
Aparte del edificio en sí, el magnífico jardín que se encontraba en el centro de la finca es hoy un barrizal abandonado, cuyo desolador aspecto queda protegido por una discreta valla.

Ustáriz y Villagonzalo en el plano de Ibáñez de Ibero (1875)
Como detalle curioso podemos señalar que de las cuatro calles que bordean la amplia parcela, la única que conserva su nombre antiguo es la de San Mateo, ya que Beneficiencia tenía el de San Benito, la de Mejía Lequerica se llamaba calle de la Florida y Serrano Anguita llevaba el de San Opropio.

Frente a él, pero con entrada principal desde la plaza de Santa Bárbara, tenemos el muy bien conservado palacio del conde de Villagonzalo.
Se edificó en un solar de planta triangular (mucho más pequeño que el de Ustáriz) situado en terrenos que también fueron, en su día, propiedad de los marqueses.
Data este palacio de 1862, proyectado por Juan de Madrazo y Kunt, y su arquitectura racionalista es notable, con muros de ladrillo visto, miradores de hierro en las esquinas, balcones dobles y un elegante alero de madera. 
La parte del palacio que da a la plaza se alquila para eventos, así como su pequeño jardín, que se utiliza como terraza en los meses de buen tiempo y suele estar muy concurrido.
Esta casa fue la residencia de María Luisa Maldonado, marquesa viuda de Torneros e hija del séptimo conde de Villagonzalo, que fue quien donó a la parroquia de San Ildefonso, en 1947, la capilla/humilladero de la calle de Fuencarral, de la que era propietaria.
Casi toda la planta baja de la fachada de Mejía Lequerica la ocupó la centenaria ferretería Hijos de E. Sáinz, toda una institución madrileña, que se ha mudado, en febrero de 2015, al número 15 de la misma calle (Mejía Lequerica).

Frente a este lado oeste del palacio de Villagonzalo está la casa conocida popularmente como 'de los lagartos' (por los enormes reptiles que la adornan en su parte más alta), una de las más estrecha de Madrid, sobre todo, teniendo en cuenta su desproporción entre su gran fachada y su mínimo fondo, circunstancia que se aprecia muy bien desde su esquina de San Mateo.

Muchos más lugares históricos tuvieron su sede en esta calle, como el famoso cuartel de San Mateo, que a finales del siglo XVIII se llamó de las Guardias Españolas, o la redacción del célebre periódico republicano del siglo XIX, La Igualdad.

Sin embargo, también existen en San Mateo comercios muy interesantes y algún restaurante digno de ser visitado.
Entre los primeros, es preciso destacar una de las más bonitas jugueterías infantiles (esto no es una redundancia, pues me refiero a las especializadas en artículos para los niños más pequeños). Se llama Lobo Feliz y está en el número 28.
Realmente interesante.
Delipapel es una pequeña y atractiva tienda con todo tipo de buenas ideas para manualidades con papel, sellos de caucho, troqueles y otras actividades relacionadas con ese mundo tan delicado que se relaciona con la forma de presentar los regalos o personalizar libros y cuadernos.

La Maison de Poupée
Otra imprescindible de visitar es La Maison de Poupée, una tienda de ropa, objetos y complementos diferente, decorada con gusto y un exquisito y difícil de superar estilo vintage, con toques de un cuidado exotismo, de apariencia desenfadada. Una de las tiendas con más encanto de toda la zona.
Siguiendo con ropa, no hay que olvidar Tuffi, en el número 2 y, muy especialmente, el espacio de corte neoyorquino que nos presenta Lurdes Bergada, en la misma esquina con Fuencarral.

Mención aparte merece Magia Estudio, la tienda de magia más antigua de Madrid, en la que Juan Antón, José Luis Ballesteros y Encarnita crearon "ese lugar especial en el que, al cruzar la puerta, el tiempo quedaba detenido y el mundo 'real' tenía prohibido el paso".
Hoy, por fortuna, ha comenzado una nueva etapa, en la misma calle y a solo unos pocos metros de distancia del anterior local que, a su vez, era heredero del primitivo que fundaron en la calle del Marqués de Cubas. 
Su desaparición hubiese sido una tragedia, felizmente evitada por Eden Herrera y Ricardo Sánchez, los nuevos responsables de mantener el espíritu de 'La Tienda de Encarnita'.

Olé Lola
Pero, aunque parezca imposible, aún hay más en la calle de San Mateo.
Por ejemplo, la galería de arte Travesía Cuatro. O la modernísima Lola09 (antes Olé Lola) , un restaurante, bar y chill, depositario de los valores de la vieja movida madrileña. Un local siempre animado y bullicioso...
In Dreams Café (que es mejor por dentro que por fuera) ocupa el lugar de La Fuencisla, pero nada nos recuerda en él lo que fue. Hoy es un sitio muy concurrido por la noche, con una divertida decoración retro que nos quiere transportar a la América de los años 50.
Tampoco faltan los nocturnos bares de copas (nunca me acostumbraré a esta forma de llamarlos), como San Mateo Seis, Downtown o Veinti 7.

Y para los que buscan una cocina tradicional, con productos de mercado, pero en versión moderna, Cuatro de Ocho que, en el número 21 ha ocupado el lugar del desaparecido Pajamá, o su vecino, y mucho más convencional, Casa Antón (en el 19), restaurante que se autodefine, sin el menor complejo, como 'taberna romántica'. Y es que, su proximidad con el museo da para eso y más.

Una calle con un largo y rico pasado, en un barrio en el que la historia no pasa desapercibida nunca. Tengo la seguridad de que quien visita con detenimiento la calle de San Mateo y, además, dedica algo de tiempo a profundizar en su memoria, se marchará de ella con un suspiro hondo y diciendo para sí: "San Mateo... si no lo veo, no lo creo".

miércoles, 11 de febrero de 2015

El Museo de Historia de Madrid

Portada de Pedro de Ribera (detalle)
Tras un buen número de años, ha terminado la gran reforma a la que ha sido sometido el viejo edificio del Hospicio de San Fernando (Fuencarral 78) para volver a albergar al Museo de Historia de Madrid.
Rebautizado con este nombre en 2007, es el heredero del antiguo Museo Municipal, creado en 1929, tras haberse salvado de una probable demolición gracias a la iniciativa de la Sociedad Española de Amigos del Arte que, en 1926, organizó la exposición del 'Antiguo Madrid', con la eficaz intervención de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Estatua de la Mariblanca (réplica en el vestíbulo del museo)
Así, después de un largo tiempo de incertidumbre, la obra maestra de Pedro de Ribera que, con su bonita fachada principal y su espectacular portada barroca ilumina la calle de Fuencarral, se sobrepuso a un dudoso destino, comenzando un nuevo uso que, ahora, podemos disfrutar ya casi terminado.
Porque el museo en sí, está muy bien rehabilitado y ya tiene, de nuevo, sus puertas abiertas al público, pero todavía queda por restaurar su capilla que, como todos sabemos, guarda una de las obras más importantes de Luca Giordano. 
Para verla, aún tendremos que esperar.

El museo tuvo como primer director a Manuel Machado (vecino, por cierto, del barrio, ya que vivió muchos años en la cercana calle de Churruca) y, como ya hemos dicho, su creación salvó de la piqueta a una joya del barroco madrileño que peligraba pese a haber sido declarado monumento histórico artístico en 1919.

Alegoría de la Villa de Madrid (Goya)
Su rehabilitación actual es muy buena, presentando su colección permanente en una serie de nuevas y amplias salas que permiten la exhibición de un considerable número de piezas, entre las que destacan el cuadro de Goya titulado 'Alegoría de la Villa de Madrid' (cuyas vicisitudes son notables por las múltiples modificaciones que los sucesivos acontecimientos históricos provocaron en él) y la magnífica y minuciosa maqueta de Madrid ('Modelo de Madrid'), realizada por León Gil de Palacio en 1830, que está considerada como uno de los trabajos de su género más importantes de Europa.

También vemos entre las piezas expuestas un buen número de planos históricos de Madrid, como el de Mancelli, de 1623, o el conocidísimo de Teixeira, impreso en 1656.
Las colecciones expuestas, han sido distribuidas en cuatro plantas, estando dedicada la del sótano a la cartografía y maquetas, mientras que las otras tres han sido ordenadas cronológicamente (1561-1700, la planta baja; 1700-1814 el primer piso; y 1814-1910 el segundo). 
Recorrerlas con la suficiente calma nos permite conocer mejor la evolución de la ciudad de Madrid, desde su designación como capital de España hasta los comienzos del pasado siglo.

Felipe II (Jacques Jonghelinck, 1571)
Aún más que las obras de arte presentes en sus salas (algunas de ellas, notables), es de enorme interés observar las muchas piezas de todo tipo (dibujos, porcelanas, abanicos, maquetas, óleos, esculturas, grabados...) que nos muestran diferentes aspectos de la vida madrileña durante casi cuatro siglos.
No faltan entre ellas cuadros cedidos en depósito por el Museo del Prado o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que contribuyen a enriquecer el nivel artístico de lo que allí se muestra a los visitantes.


Napoleón desesperado (grabado)

También cuenta con una interesante biblioteca, abierta al público (yo ya la he visitado en un par de ocasiones), y que dispone de un importante número de volúmenes, algunos de ellos poco frecuentes, que nos permiten profundizar en el conocimiento de muchos aspectos de nuestra villa, tan interesantes para quienes siempre queremos conocerla un poco mejor.

Ningún madrileño debe dejar de visitar este 'nuevo' museo (ha permanecido cerrado - o semicerrado - más de diez años por las obras de rehabilitación) si quiere estar al corriente de la historia de su ciudad. Pero tampoco debe dejar de acudir a él cualquier otra persona que se encuentre en el centro de Madrid y disponga de un par de horas libres. No se arrepentirá.

Maqueta de Gil de Palacio (detalle)
La calle de Fuencarral recupera con la reapertura del Museo de Historia de Madrid uno de sus principales atractivos, el cual se complementa a la perfección, con todas sus otras virtudes como auténtico e indiscutible centro neurálgico de la actividad urbana en una ciudad que ya es, desde hace tiempo, reconocida en el mundo como la de mayor pulso vital de Europa.





El Museo de Historia de Madrid está abierto todos los días, excepto los lunes, y es de acceso gratuito. Más información sobre los horarios de visita en este enlace.

sábado, 7 de febrero de 2015

Hazen, los pianos de Madrid

No hay un apellido, un nombre, una marca que signifique tanto para Madrid en el mundo del piano como Hazen. Y, como era de esperar, está íntimamente unido a la calle de Fuencarral.

Almacén de pianos Hazen en Fuencarral 55
  Johannes Hosseschrueders, natural de Woensdrecht, en los Países Bajos, llegó a Madrid en el año de 1802 y estuvo doce años trabajando en la acreditada fábrica de pianos de Francisco Fernández, un muy renombrado artesano, nacido en Asturias, establecido por aquel entonces en el número 20 de la Corredera de San Pablo (o en la calle de San Fernando, pues se mudó de domicilio en ese mismo año), que gozó de una merecida fama durante mucho tiempo y fue, además, constructor de pianos de la Real Cámara. Fernández fue uno de los más importantes fabricantes de pianos de la época.

Piano de mesa de Juan Hosseschrueders (1822)
Johannes se estableció por su cuenta en 1814, fundando su propia fábrica de pianos en el número 12 de la calle de Hortaleza, si bien existe un piano firmado por Hosseschrueders que data del año 1807, y que fue descubierto casualmente por la familia durante un traslado, en 1970. Sin duda fue fabricado por él mientras trabajaba en la casa de Francisco Fernández.

Según parece, había, por aquel entonces, veinte constructores de pianos en Madrid, una buena parte de ellos extranjeros. El gremio de los pianistas (así se les llamaba entonces) estaba, también, en el 12 de la calle de Hortaleza.
Johannes pronto cambió su nombre por el de Juan y su negocio fue desarrollándose con mucho éxito, por lo que, en 1820, trajo a Madrid a sus sobrinos Juan y Pedro Hazen Hosseschrueders, modificando el nombre de su empresa a Hosseschrueders y Sobrinos. En 1828, incorporan la fabricación de arpas a su actividad principal, que siguen siendo los pianos de mesa.

En 1830, el fundador regresa a Holanda y deja la empresa a sus sobrinos, quienes ya continúan bajo la marca Hazen.
Para entonces ya se habían mudado de domicilio. Primero, en 1826, a la calle de la Luna 11 y, más tarde (en 1858), a Valverde, calle en la que Hazen estuvo un tiempo en el número 34 y, luego, en el 19.

Anotación del alquiler de un piano a Falla (1900)
Como hemos visto, nunca dejaron de estar establecidos en los alrededores de la calle de Fuencarral, a la que, finalmente, Juan Hazen Álamo (nieto de Juan Hazen y reputado restaurador y artesano) traslada su empresa en 1880.

Allí, en el antiguo número 55 de la calle de Fuencarral (que, tras la construcción de la Gran Vía se convertiría en el 43), la más prestigiosa casa de pianos de la capital de España permanecería durante noventa años.

Para entonces, Hazen ya había ampliado sus servicios y contaba con almacén de pianos, alquiler, así como restauración y venta. 
Grandes pianistas y compositores se contaron entre sus clientes (en 1932 habían traído el primer piano gran cola a España, un Stenway & Son D274 con el que los más destacados artistas del momento dieron sus conciertos). Manuel de Falla y Arthur Rubinstein (como mi abuela, Amparo Pastor, en un ámbito más modesto) desplegaron su arte sobre los teclados de los pianos de Hazen.

Fotografía dedicada de Rubinstein a Félix Hazen
El enorme inmueble en el que Hazen tenía su sede (el gran edificio de Fuencarral 43, también albergaba las instalaciones de un famoso Gimnasio, del Hostal Fuencarral y de los laboratorios Industrias Sanitarias, S.A.) fue demolido por orden municipal en 1970 (al parecer había riesgo de hundimiento) y Hazen se trasladó a Juan Bravo 33, tras noventa gloriosos años en la calle de Fuencarral.
Donde tantos años estuvo la más importante casa de pianos de Madrid hoy se encuentra la mal llamada 'plaza del olivo' (que escribo con minúsculas porque no es tal plaza, aunque sí hay un olivo), frente a la capilla de Nuestra Señora de la Soledad y al comienzo de la calle de Augusto Figueroa, antes de Santa María del Arco.
Sin duda, tanto el amplio portal, apto para el paso de carruajes, como el ancho y profundo patio central (con un frondoso árbol en el centro) de aquel viejo caserón eran ideales para una empresa como Hazen, que necesitaba de generosos espacios para mover con facilidad sus grandes y preciosos instrumentos musicales.

Hazen trasladó su sede a Las Rozas en 1975, donde ya bajo el nombre de Hazen Distribuidora General de Pianos, S.A. y en la sexta generación de la familia, sigue estando a la cabeza de una industria y comercio en los que son pioneros en España. Más de doscientos años de excelencia les avalan.
Placa con la dirección de Fuencarral 55
Su Museo Hazen del Piano, también en Las Rozas, presenta una excepcional colección de pianos que incluye piezas desde 1790 hasta nuestros días y es un recorrido inigualable por una historia que es la de la música española, la del piano, la de Madrid y, desde luego, la de nuestra gran calle de Fuencarral.
En 1991, fue creada la Fundación Hazen Hosseschrueders, con el objetivo principal de conservar, proteger, mejorar y difundir la Colección Hazen del Piano y la contribución de la familia a la historia musical española. La fundación colabora y organiza numerosas actividades relacionadas con el mundo del piano y los pianistas.


Una elegante postal publicitaria
Hazen es una empresa bicentenaria que siempre se ha mantenido en manos de una misma familia, guiada en todo momento por su compromiso con la calidad y la perfección de su trabajo. La marca Hazen ha sido un orgullo para quienes durante tantos años hemos disfrutado de su vecindad, y su larga presencia en Fuencarral ha contribuido a incrementar la leyenda de una calle cuya gran tradición comercial mantiene su ambicioso espíritu a través de los siglos. 
La familia Hazen-Hosseschrueders ocupará siempre un lugar de honor en la privilegiada historia de la calle más famosa de Europa.

Para mí, la casa Hazen será siempre sinónimo de la más alta calidad y prestigio en el mundo de la música y protagonista eterna del inagotable universo del más completo y bello de los instrumentos: el piano. 










Fotografías: Fundación Hazen Hosseschrueders