El blog de una casa muy especial... en el corazón de la calle más famosa de Madrid

lunes, 16 de febrero de 2015

San Mateo, una calle con historia

Yo defiendo la teoría de que, en un tiempo remoto, lo que hoy es la calle de San Mateo fue parte del primitivo camino de Madrid a Hortaleza. Luego, cuando la ciudad fue creciendo y la Puerta del Sol se incorporó a la antigua villa, surgió uno nuevo, a través de las actuales calles de Montera y Hortaleza, que fueron dejando en desuso al que se iniciaba en lo que hoy es la plaza de Santo Domingo. Ambos trayectos se unen en la plaza de Santa Bárbara para continuar, ya unidos, hacia el viejo pueblo de Hortaleza.
En cualquier caso, la calle de San Mateo lleva muchos años uniendo dos importantes puntos de la ciudad de Madrid, como son la calle de Fuencarral y la ya mencionada plaza de Santa Bárbara, en la que estuvo una de las puertas de la villa.

La calle de San Mateo en 1926
Hoy nos parece solo una calle estrecha, cuyo movimiento de tráfico está bastante restringido tanto por la peatonalización de Fuencarral como por el corte del pequeño último tramo de la calle, consecuencia de la profunda transformación que sufrió la propia plaza de Santa Bárbara y que, entre otros cambios, impide a los vehículos acceder a San Mateo directamente. 
Sin embargo, por muchos años fue San Mateo una vía de gran trasiego, por la que circularon tranvías, junto con casi todos los vehículos que querían llegar a la Gran Vía desde Alonso Martínez.
La tranquilidad actual de la calle contrasta con aquellos tiempos en la que florecían los comercios en la acera de los pares, mientras que los palacios y los edificios oficiales ocupaban casi toda la de los impares. Algunos de ellos son muy notables y todavía existen.

San Mateo comienza en Fuencarral, muy cerca de Tribunal y del viejo Hospicio, de que solo la separa la paralela calle de la Beneficencia, con la que comparte algunos inmuebles, que tienen entrada por ambas.

En el número 2 de la calle, haciendo esquina con el antiguo número 78 de Fuencarral, hoy 72 o 70 (no está muy claro), existió un café de cierta fama, el Café San Mateo, en el que había conciertos de piano y violín. El café estuvo en funcionamiento durante toda la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX, cerrando definitivamente sus puertas en 1919, tras un progresivo declive.

En esa misma esquina se fundaron, en octubre de 1925, los primitivos Almacenes San Mateo. Nacieron con un innovador método de remuneración a sus empleados, ya que los dependientes cobraban un 5% del importe de sus ventas, como incentivo, pero el éxito no llegó y tuvieron que cerrar. Siete años más tarde, en 1935, abrieron unos nuevos almacenes en esos mismos locales que volvieron a utilizar el nombre de San Mateo. 
Este nuevo comercio sí consiguió una gran fama, popularizada por un eslogan publicitario que ha pasado a la historia ("Si no lo veo, no lo creo. Pero ¡qué barato venden Almacenes San Mateo!"). En los años setenta llegó a contar con ciento cincuenta empleados y ocupó tres plantas del edificio, en el que tenía talleres propios de confección. La de Fuencarral/San Mateo fue su única tienda de venta al público, aunque también vendía al por mayor a tiendas de otras localidades. Fue, como la anterior, una empresa familiar.
He aquí su conocido y recordado anuncio radiofónico, con letra y música de Ramón Perelló, célebre compositor de la época.

Muy cerca, en el número 4, estuvo, desde 1954, uno de los mejores restaurantes de Madrid, La Fuencisla, regentado por Miguel Frutos y su mujer y extraordinaria cocinera, Teresa Rodríguez. Fue muy famoso por su excelente cocina casera de gran calidad. 

Entre sus riquísimos platos destacaban el panaché de verduras, las cocochas, los callos, la merluza, la perdiz y la ventresca, pero había muchos más... y todos dignos de ser probados. El postre especialidad de la casa era el flan de chocolate. 
Por sus mesas con manteles de cuadros pasaron reyes, presidentes y ministros del gobierno y un buen puñado de premios Nobel. 
Sus paredes estaban decoradas con cuadros y dibujos de Ángel González Marcos, Ricardo Sacristán, Perellón, Eustaquio Segrelles, Antonio Casero, Roberto Domínguez...

Un poco más abajo (la calle va descendiendo desde Fuencarral hasta Mejía Lequerica, para volver a subir en su corto tramo peatonal, hacia la plaza de Santa Bárbara) y en la otra acera estuvo un bien conocido edificio que, con el tiempo, dejó su lugar al actual Instituto San Mateo, en el que se cursa el llamado 'Bachillerato de Excelencia', un programa de exigencia y profundización académica, creado bajo los auspicios de la Comunidad de Madrid.

El edificio en cuestión, en el número 5, fue sede de varias instituciones a lo largo de su vida, entre ellas, la encargada de elaborar el papel sellado del Estado (durante la primera mitad del siglo XIX), para acoger más tarde, a partir de 1865, al Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos.
A finales del XIX, concretamente en 1897, se elige a este gran edificio de dos plantas (con fachada a las dos calles, San Mateo y Beneficencia) para albergar la sección central de la Escuela de Artes e Industrias (origen de la Escuela de Ingenieros Técnicos Industriales), que se traslada allí, una vez terminadas las obras de acondicionamiento, a comienzos del siglo XX y permanecerá en estas instalaciones hasta 1931. Desde 1910, el edificio ya se dedica, exclusivamente, a esta función.

Ducado de Veragua
Junto a él, en el número 7, nos encontramos con un extraordinario palacio, el del duque de Veragua. Construido entre 1860 y 1862 por Matías Laviña, este sobrio y clásico edificio que, en origen, contaba con dos plantas rematadas por un templete central con columnas, se completó, por petición expresa de sus dueños, con una tercera. Para resaltar el templete del diseño inicial, se remató con un frontón clásico sobre él. El palacio tiene, también, dos fachadas, una a San Mateo y otra a Beneficencia. 

Como todos sabemos, el ducado de Veragua fue otorgado por Carlos I al nieto de Cristóbal Colón y corresponde a un cuadrado de veinticinco leguas de lado en lo que hoy es la República de Panamá. Junto a este título se le concedió el de marqués de Jamaica y los títulos de Almirante de la Mar Océana y Adelantado Mayor de las Indias. Todo ello a cambio de renunciar al título de virrey de las Tierras Descubiertas del Mar Océano. Posteriormente, Felipe II le concedió el de duque de la Vega.
Entre las obras de arte de diversa índole que tuvo cuando era residencia de los sucesivos descendientes de Luis Colón de Toledo, destacaron cuadros de grandes pintores, como Goya, Zurbarán o Federico Madrazo.
En la actualidad, es la sede del Fondo Español de Garantía Agraria, un organismo autónomo, adscrito al Ministerio de Agricultura.

Gabinete de Larra (Museo del Romanticismo)
Continuando por esta particular 'ruta de los palacios' de San Mateo, llegamos al más popular de ellos, el que edificara Manuel Rodríguez, en 1776, para el marqués de Matallana y que, desde 1924 acoge al bien conocido y muy interesante Museo del Romanticismo, cuya visita es indispensable para conocer bien cuanto rodea a esta época de la cultura y la vida españolas de mediados del XIX.

Pasar una mañana o una tarde en este bonito museo es un verdadero placer, que puede complementarse con un desayuno o un té en el atractivo jardín de este viejo palacio del siglo XVIII que se convertiría en Museo Romántico (su primera denominación) gracias al impulso del marqués de la Vega-Inclán. El museo, que siempre ha sido objeto de especial protección oficial desde su creación, volvió a abrir sus puertas en 2009, tras una profunda remodelación. 
Durante la Guerra Civil, el gobierno de la República nombró director de la institución a Rafael Alberti, con el propósito de salvaguardar mejor sus colecciones, bajo la tutela de una personalidad muy reconocida dentro del mundo de la cultura.

Patio de columnas en la Fundación Fernando de Castro
Anexo al museo, otro singular edificio es el continuador de la línea monumental de esta parte de la calle. Se trata de la Fundación Fernando de Castro, que engloba a las diversas asociaciones creadas, a partir de 1860, por Fernando de Castro para la enseñanza de la mujer. 
Castro, verdadero adelantado a su época, fue uno de los grandes impulsores en nuestro país de las iniciativas encaminadas a la integración activa de la mujer en el mundo moderno, así como a facilitar su acceso a la educación y la cultura.

Este nuevo domicilio de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, se inaugura en 1893, ya que sus anteriores locales, en la calle del Barco y en la de la Bolsa, se habían quedado pequeñas. El proyecto del edificio es obra de Pablo Sánchez, aunque parece que también colaboraron con él (en distintas fases de la obra) Gerardo de la Puente y Manuel Ruiz de Quevedo. Su fachada principal está en San Mateo 15, si bien, como los otros antes mencionados, tiene otra que da a la calle de la Beneficiencia, en la que, con posterioridad a su inauguración, se abrió una segunda entrada. En el año 2005, se llevó a cabo una completa rehabilitación del inmueble, del que hay que resaltar que tanto su clásico exterior, como muchos aspectos de su innovador interior, en el que se mezclan con acierto estilos y materiales, son muy atractivos desde el punto de vista arquitectónico.

Fernando de Castro y Pajares
Y, desde luego, también es interesante conocer la vida y obra de este gran personaje que fue Fernando de Castro y Pajares, doctor, filósofo, catedrático, rector de la Universidad Central de Madrid, académico, senador y, sobre todo, inconformista. Defensor permanente del progreso y entusiasta del derecho a la igualdad de oportunidades ante la educación, en un siglo en que casi nadie compartía su avanzada forma de pensar.

Para completar el patrimonio palaciego de esta singular e histórica calle, tenemos que mencionar los dos que, ya atravesada Mejía Lequerica, ocupan ambos lados del hoy tramo peatonal de la calle. Ambos se encuentran lindando con la plaza de Santa Bárbara y son dos edificios de gran categoría, con muy distinto estado de conservación.
El de la acera de los impares es el del marqués de Ustáriz, una casa palaciega que había sido construida en 1748 por el arquitecto José Pérez, adquirida en la segunda mitad de ese siglo por el conde de Villagonzalo y vendida, ya a comienzos del XXI, a una empresa inmobiliaria.
Su situación actual es lamentable y muchos temen que amenace ruina. Al parecer fue comprado con la intención de convertirlo en hotel y las obras, ya comenzadas, fueron detenidas por la intervención de la justicia, puesto que la propiedad estaba involucrada, junto con otras, en el entramado de la llamada 'Operación Malaya'.
Esperemos que el máximo nivel de protección con que cuenta el palacio sea suficiente para evitar que el aparente riesgo que se cierne sobre lo que queda de él se materialice antes de que lleguen a ser acometidas las necesarias obras de rehabilitación.
Aparte del edificio en sí, el magnífico jardín que se encontraba en el centro de la finca es hoy un barrizal abandonado, cuyo desolador aspecto queda protegido por una discreta valla.

Ustáriz y Villagonzalo en el plano de Ibáñez de Ibero (1875)
Como detalle curioso podemos señalar que de las cuatro calles que bordean la amplia parcela, la única que conserva su nombre antiguo es la de San Mateo, ya que Beneficiencia tenía el de San Benito, la de Mejía Lequerica se llamaba calle de la Florida y Serrano Anguita llevaba el de San Opropio.

Frente a él, pero con entrada principal desde la plaza de Santa Bárbara, tenemos el muy bien conservado palacio del conde de Villagonzalo.
Se edificó en un solar de planta triangular (mucho más pequeño que el de Ustáriz) situado en terrenos que también fueron, en su día, propiedad de los marqueses.
Data este palacio de 1862, proyectado por Juan de Madrazo y Kunt, y su arquitectura racionalista es notable, con muros de ladrillo visto, miradores de hierro en las esquinas, balcones dobles y un elegante alero de madera. 
La parte del palacio que da a la plaza se alquila para eventos, así como su pequeño jardín, que se utiliza como terraza en los meses de buen tiempo y suele estar muy concurrido.
Esta casa fue la residencia de María Luisa Maldonado, marquesa viuda de Torneros e hija del séptimo conde de Villagonzalo, que fue quien donó a la parroquia de San Ildefonso, en 1947, la capilla/humilladero de la calle de Fuencarral, de la que era propietaria.
Casi toda la planta baja de la fachada de Mejía Lequerica la ocupó la centenaria ferretería Hijos de E. Sáinz, toda una institución madrileña, que se ha mudado, en febrero de 2015, al número 15 de la misma calle (Mejía Lequerica).

Frente a este lado oeste del palacio de Villagonzalo está la casa conocida popularmente como 'de los lagartos' (por los enormes reptiles que la adornan en su parte más alta), una de las más estrecha de Madrid, sobre todo, teniendo en cuenta su desproporción entre su gran fachada y su mínimo fondo, circunstancia que se aprecia muy bien desde su esquina de San Mateo.

Muchos más lugares históricos tuvieron su sede en esta calle, como el famoso cuartel de San Mateo, que a finales del siglo XVIII se llamó de las Guardias Españolas, o la redacción del célebre periódico republicano del siglo XIX, La Igualdad.

Sin embargo, también existen en San Mateo comercios muy interesantes y algún restaurante digno de ser visitado.
Entre los primeros, es preciso destacar una de las más bonitas jugueterías infantiles (esto no es una redundancia, pues me refiero a las especializadas en artículos para los niños más pequeños). Se llama Lobo Feliz y está en el número 28.
Realmente interesante.
Delipapel es una pequeña y atractiva tienda con todo tipo de buenas ideas para manualidades con papel, sellos de caucho, troqueles y otras actividades relacionadas con ese mundo tan delicado que se relaciona con la forma de presentar los regalos o personalizar libros y cuadernos.

La Maison de Poupée
Otra imprescindible de visitar es La Maison de Poupée, una tienda de ropa, objetos y complementos diferente, decorada con gusto y un exquisito y difícil de superar estilo vintage, con toques de un cuidado exotismo, de apariencia desenfadada. Una de las tiendas con más encanto de toda la zona.
Siguiendo con ropa, no hay que olvidar Tuffi, en el número 2 y, muy especialmente, el espacio de corte neoyorquino que nos presenta Lurdes Bergada, en la misma esquina con Fuencarral.

Mención aparte merece Magia Estudio, la tienda de magia más antigua de Madrid, en la que Juan Antón, José Luis Ballesteros y Encarnita crearon "ese lugar especial en el que, al cruzar la puerta, el tiempo quedaba detenido y el mundo 'real' tenía prohibido el paso".
Hoy, por fortuna, ha comenzado una nueva etapa, en la misma calle y a solo unos pocos metros de distancia del anterior local que, a su vez, era heredero del primitivo que fundaron en la calle del Marqués de Cubas. 
Su desaparición hubiese sido una tragedia, felizmente evitada por Eden Herrera y Ricardo Sánchez, los nuevos responsables de mantener el espíritu de 'La Tienda de Encarnita'.

Olé Lola
Pero, aunque parezca imposible, aún hay más en la calle de San Mateo.
Por ejemplo, la galería de arte Travesía Cuatro. O la modernísima Lola09 (antes Olé Lola) , un restaurante, bar y chill, depositario de los valores de la vieja movida madrileña. Un local siempre animado y bullicioso...
In Dreams Café (que es mejor por dentro que por fuera) ocupa el lugar de La Fuencisla, pero nada nos recuerda en él lo que fue. Hoy es un sitio muy concurrido por la noche, con una divertida decoración retro que nos quiere transportar a la América de los años 50.
Tampoco faltan los nocturnos bares de copas (nunca me acostumbraré a esta forma de llamarlos), como San Mateo Seis, Downtown o Veinti 7.

Y para los que buscan una cocina tradicional, con productos de mercado, pero en versión moderna, Cuatro de Ocho que, en el número 21 ha ocupado el lugar del desaparecido Pajamá, o su vecino, y mucho más convencional, Casa Antón (en el 19), restaurante que se autodefine, sin el menor complejo, como 'taberna romántica'. Y es que, su proximidad con el museo da para eso y más.

Una calle con un largo y rico pasado, en un barrio en el que la historia no pasa desapercibida nunca. Tengo la seguridad de que quien visita con detenimiento la calle de San Mateo y, además, dedica algo de tiempo a profundizar en su memoria, se marchará de ella con un suspiro hondo y diciendo para sí: "San Mateo... si no lo veo, no lo creo".

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