El blog de una casa muy especial... en el corazón de la calle más famosa de Madrid

domingo, 22 de marzo de 2015

El pasaje olvidado.

Existe, en el número 77 de nuestra calle de Fuencarral, muy cerca de la estación de Metro de Tribunal y casi enfrente del Hospicio, un edificio diferente, tanto por sus características, como por su historia y estado actual.

Fuencarral 77
Este inmueble, con protección municipal motivada por su singularidad arquitectónica, fue construido entre 1952 y 1955, siguiendo el proyecto creado por dos grandes arquitectos: Manuel Muñoz Monasterio y Manuel Manzano-Monís Mancebo.

No cabe duda de que la limpia modernidad de su diseño y las interesantes soluciones que se dan a su planta irregular, creando ambientes de gran personalidad y generando una riqueza espacial muy atractiva, a pesar de contar con una planta de dimensiones relativamente reducidas, es fruto del ingenio de quienes lo firman.
No en vano, Monasterio y Manzano-Monís tienen un amplio historial de excelentes obras, a lo largo de sus respectivas carreras. 
Monasterio es el autor del Estadio Bernabéu y de su primera remodelación, así como de la terminación de la plaza de toros de Las Ventas, rematando el proyecto de José Espelius.
Manzano-Monís creó el bien conocido monumento a Calvo Sotelo de la plaza de Castilla y destacó en su labor de recuperación del casco antiguo de Fuenterrabía, entre muchos otros trabajos de mérito.
Una de las principales características de este edificio es el pasaje que une la calle de Fuencarral con la Corredera Alta de San Pablo y que fue concebido como un espacio comercial cuyo momento álgido estuvo en los años sesenta y setenta del pasado siglo.

El palacio Giraldeli
Pero antes de hablar con más detalle del inmueble y de su pasaje, retrocedamos en el tiempo, ya que el solar sobre el que está levantado tiene su historia. Una historia que se remonta, al menos, al siglo XVIII, pues es en la Planimetría General de Madrid (basada en  la Visita General de Casas de 1750 - 1751) donde encontramos ya una clara referencia a la mansión que, en este mismo lugar, fue propiedad del Marqués de la Mina. Una casa que ocupó varios solares (la Planimetría habla de cuatro, pero puede ser que fueran más), incorporando dos casas que pertenecían a la Corredera Alta.
En el libro cuarto de la Planimetría aparece el plano, dibujado por el arquitecto Nicolás Churriguera, de la manzana 349, en la que la mansión del Marqués de la Mina ocupa el 'sitio' número 2, justo al sur del palacio Giraldeli, que estaba situado (con el número 1) en la esquina septentrional de esa manzana.

Como bien nos explica Elías Tormo en su documentada obra 'La de Fuencarral: Cómo se puede estudiar la historia de una de las calles de Madrid', en esos años de mediados del siglo XVIII la calle de Fuencarral empezaba a ser una vía principal y se produjo una rápida sustitución de los modestos caseríos que en las centurias anteriores habían sido restos del camino o carretera que, desde la todavía nueva capital de España, se dirigía hacia el norte, por importantes mansiones de miembros de la nobleza o de la burguesía acomodada, quienes pretendían un domicilio en una zona nueva de la ciudad, más despejada que el viejo y abigarrado centro. En especial, nobles de espíritu ilustrado, como lo fue el Marqués de la Mina, preferían estos nuevos aires a las reminiscencias medievales, vinculadas al pasado.
En el caso que nos ocupa, uno de los objetivos principales era, no solo conseguir una casa grande, digna de la personalidad y rango de su dueño, sino que tuviera salida a las dos calles para poder diferenciar bien la zona principal (que daría a Fuencarral) de los aposentos y dependencias de la servidumbre y caballerizas, que tendrían el acceso por la Corredera Alta. No fue la única casa de Fuencarral que consiguió ese doble acceso durante el Siglo de las Luces.

Precisamente, Jaime de Guzmán-Dávalos y Spínola, II Marqués de la Mina, fue un destacado miembro de esta nobleza ilustrada. Gran militar y diplomático (también buen escritor), jugó un importante papel desde la misma Guerra de Sucesión Española. 

II Marqués de la Mina
Partidario de Felipe V, creó su propio regimiento de dragones (el Lusitania, que sigue existiendo y disfrutando de la reputación alcanzada bajo su mando) y combatió en innumerables acciones militares, muchas de ellas gloriosas, obteniendo grandes éxitos en el campo de batalla. Su rango fue ascendiendo hasta llegar a ser capitán general del ejército. Tampoco fueron menores sus servicios como embajador en la corte de Luis XV de Francia, que le hicieron acreedor del Toisón de Oro español y de la Orden del Espíritu Santo francesa.
Luchó en Italia, consiguiendo importantes victorias y acabó su carrera como capitán general y gobernador de Cataluña, llevando a cabo en Barcelona grandes actuaciones urbanísticas, como la creación del barrio de la Barceloneta o la construcción y rehabilitación de las principales defensas militares de la ciudad.
Fue, sin duda ninguna, uno de los más destacados nobles al servicio de Felipe V, quien siempre le mostró agradecimiento y aprecio.

Con anterioridad al Marqués de la Mina, la casa pudo haber sido de un Cevallos (hasta 1612), del presbítero doctor Cedillo, de un Arteaga y, a partir de 1701, de la Princesa de la Palata, que ya poseía otras casas colindantes. Toda esta información proviene de los comentarios recibidos por Elías Tormo del Marqués del Saltillo, documentados en datos del Archivo Notarial.

Planimetría s.XVIII vs Fuencarral 77
Pues bien, regresando al futuro, nos encontramos con que la planta del edificio construido en Fuencarral 77 por Monasterio y Manzano-Monís, casi coincide con la que la Planimetría nos muestra en sus planos como perteneciente al Marqués de la Mina. Si observamos el plano de la manzana 349, de mediados del XVIII, en el que aparece la parcela de la mansión silueteada en rojo, y lo colocamos sobre una fotografía aérea actual, en la que se ha marcado en azul la planta del inmueble de nuestros días, podemos comprobar que ambas coinciden en su mayor parte, con la excepción de una casa que se ha reintegrado a la Corredera Alta (el número 12 actual de la calle), mientras que se ha incorporado a la finca una parcela estrecha y alargada que aparecía separada en la Planimetría (casa número 13 de la manzana). 

Esta antigua parcela es la que permite hoy la conexión de las dos calles (Fuencarral y Corredera Alta), a través del mencionado pasaje interior y cubierto, del que luego nos ocuparemos con más detalle. En la actual numeración, corresponde al número 10 de la Corredera Alta de San Pablo.

La finca en el plano de Ibáñez de Ibero (1879)
Cierto es que en otros planos posteriores, pero no lejanos a las fechas de la Planimetría (por ejemplo, en el de Tomás López de 1785), ya ha desaparecido como parte del conjunto la casa que hoy pertenece a la Corredera Alta, aunque en el caso de este plano de Tomás López no se definen con precisión los límites de la finca.
Esto se reafirma en el de Ibáñez de Ibero de 1879, en el que sí aparece, perfectamente dibujada, la casa y sus patios interiores, manteniéndose en su integridad el contorno original exacto de la Planimetría, pero sin la ya citada casa del número 12 de la Corredera Alta, señalado, con precisión, como una finca independiente.


Monasterio y Manzano-Monís, como excelentes arquitectos que son, diseñan un edificio muy moderno, con una fachada que presenta dos volúmenes bien delimitados (en la que se nota más, en mi opinión, la mano de Monasterio) y una solución brillante para la galería comercial, gracias a la que se consiguen unos espacios interiores interesantes y amplios, con tres zonas perfectamente diferenciadas.

La galería tiene locales comerciales a ambos lados de su pasillo más ancho (el que nace en Fuencarral) y solo en un lateral en el brazo que, más estrecho (el incorporado con la alargada parcela antes mencionada), parte de la Corredera Alta, si bien muestra una larga sucesión de vanguardistas vitrinas en la pared opuesta.

Al fondo, Fuencarral
Ambos desembocan en una plaza central con dos niveles, en la que, asimismo, hay locales comerciales. Toda la galería tiene luz natural y está decorada con el gusto innovador de lo que podríamos definir como estilo clásico-contemporáneo de los años cincuenta, en cuyos suelos, paredes y techos se mezclan materiales modernos con otros tradicionales, jugando con una mezcla de líneas curvas y rectas que otorgan al conjunto una gracia muy personal y atractiva.
Este efecto se acentúa en el punto de confluencia de los dos pasillos con la plaza, una de cuyas paredes curvas está decorada con un bonito relieve, en el que apreciamos reminiscencias de los frisos del Partenón de Fidias.
Según dicen, había una fuente en la parte inferior de esta plaza, que es la más amplia.
Grandes farolas de hierro forjado cuelgan del techo del pasillo, abovedado en la zona de las claraboyas del lado de Fuencarral, sobre el que existen grandes balcones interiores, algunos abiertos y con barandilla, así como otros acristalados (tal vez, posteriormente) y amplios ventanales con vistas a la galería.

Recordando a Fidias
El edificio estaba proyectado para albergar, además del centro comercial del pasaje, oficinas y viviendas, aparte de un auditorio que sigue existiendo en su tercer piso.
Tuvo un gran éxito en sus primeros años. Todos los locales estaban ocupados y parecían hacer buen negocio en un espacio nuevo y moderno, muy adelantado al modelo tradicional que imperaba en la mayor parte de las tiendas de la calle, pese a que la época de los grandes pasajes comerciales cubiertos (como los de París, Londres o Milán) ya estuviese superada. Pero las dimensiones de esta galería comercial, de espíritu moderno, eran (son) mucho más reducidas que las de aquellos anteriores a los que nos hemos referido y presentaba, por ello, una opción más actual y menos monumental, pero mucho más dinámica y adecuada a los aires de incipiente modernización que vivía la España de mediados del siglo XX.

Había comercios de todo tipo: sastrería (Roan), óptica (Langa), joyería (Monge), estanco, agencia de publicidad (Cuevas), peluquería (Pili), tienda de bolsos (Manopiel)...
También tenía allí su sede (en la plaza) el Hogar Canario. La mayoría de estos locales eran de dos plantas y disponían de escalera interior, en algunos casos, visibles desde los pasillos, a través de los enormes y despejados escaparates de las tiendas.

El rótulo de la desaparecida sastrería Roan
Con el paso del tiempo, la zona entró en un notable declive. Muchos establecimientos de los alrededores iban cerrando y la actividad comercial sufrió un deterioro significativo. La propia calle de Fuencarral tuvo un notable bajón en su actividad entre finales de los años setenta y buena parte de los ochenta.

En el Pasaje Mutualidad (así era llamado familiarmente) también se notó. Disminuyó el tráfico de posibles compradores y quienes lo utilizaban eran tan solo los vecinos de la zona, como atajo para atravesar una manzana incómoda de rodear, a causa de su particular forma trapezoidal.
El nombre le venía dado por haber sido promovida la construcción del edificio por el Montepío Nacional de Previsión Social de los Productores de la Dependencia Mercantil, una complicada definición (muy de la época, por cierto) para bautizar, de forma más elegante, sofisticada y eufemística, a lo que, en otro tiempo, se hubiese llamado Montepío de Dependientes de Comercio.

El distribuidor central
Desde hace años, el inmueble está casi vacío. Queda en él un heroico comercio, la joyería y relojería Monge, con su luminoso blanco y azul como única señal de vida en el pasaje, en el que permanecen, aún, algunos de los letreros que fueron de sus antiguos ocupantes. El aspecto es desolador. De vez en cuando, pasa un apresurado peatón, conocedor del atajo, y poco más.
El resto del edificio también está, prácticamente, desierto. Queda alguna oficina en uso y dicen que hay un almacén del Teatro de la Zarzuela en el sótano.
En ocasiones (al parecer, por iniciativa de la Embajada de Alemania), el pasaje se utiliza para exposiciones de arte y los abandonados locales reviven, por unos días. Un espejismo que dura poco, pero que es de agradecer.

Elegantes curvas y modernos materiales
La finca es propiedad de la Tesorería General de la Seguridad Social, que no da señales de saber qué hacer con un activo tan valioso como desaprovechado. Su situación, en plena calle de Fuencarral, superactiva desde el punto de vista comercial, y en una zona muy transitada y vigorosa, está pidiendo a gritos un destino mejor que el olvido, pero nadie sabe cuándo llegará... si es que llega algún día.
Entretanto, junto a la verja que ahora cierra el pasaje por las tardes y noches (en un principio, no existía y era vigilada por un sereno), un vendedor de cupones de la ONCE se mantiene fiel a su sitio habitual. En la otra entrada, la de la Corredera Alta, un mendigo de aspecto bohemio, también está asentado a la entrada del pasaje, el de la Mutualidad... el pasaje olvidado de la calle de Fuencarral.


Notas añadidas:
Desde el 24 de noviembre de 2022, el espacio en el que estuvo el pasaje desde la construcción del edificio lo ocupa una gran tienda de Mercadona.
Con anterioridad, los pisos habían sido completamente remodelados, manteniendo la fachada intacta, y vendidos individualmente.

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