Para mí, la calle de Fuencarral es fuente permanente de inspiración. Y desde el punto de vista fotográfico, también.
Muchas de las fotos que utilizo para ilustrar mis artículos las he tomado aquí y, en otras ocasiones, ha sido la propia instantánea obtenida la que me ha servido de punto de partida para lo escrito.
Como todos los seguidores de este blog saben, Fuencarral es una calle cósmica (que diría Dalí) y, por ello, surgen al paso de cualquiera por ella múltiples oportunidades de obtener un resultado memorable con la cámara. A veces, es algo que nos encontramos en el suelo, otras, a nuestro lado y tampoco faltan las que aparecen cuando levantamos la vista y miramos al cielo.
Y ya que hemos empezado con una referencia al genial Salvador Dalí, utilizaremos este retrato suyo callejero, realizado junto a uno de los primeros números de la calle el día de Navidad de 2015 por dos jóvenes artistas que frecuentan el barrio, para abrir la serie.
Muy cerca del lugar en el que fue tomada la anterior fotografía, justo entrando en Fuencarral desde la Gran Vía, decidimos mirar hacia este cielo blanco, enmarcado por la perspectiva de los bonitos edificios que flanquean el comienzo de la calle.
Una calle (y seguimos, de momento, con el blanco y negro) que suele convertirse con frecuencia en una marea humana, tal como sucede en este contraluz en el que vemos, a nuestra derecha, la esquina de San Onofre (justo donde durante tantos años estuvo la célebre peletería del mismo nombre). Al fondo, entre los árboles, la Red de San Luis.
Y como las esquinas me gustan mucho, he aquí una de mis favoritas: la de Augusto Figueroa, frente a la vieja capilla de Nuestra Señora de la Soledad que, en su día, cuando este tramo era aún camino de salida de la villa, fue un conocido humilladero en el que muchos viajeros paraban a rezar a una Virgen María que fue el origen del nombre primitivo de la calle que de allí partía en dirección a la salida del sol.
El balcón del primer piso pertenecía a un pequeño colegio al que mis padres me llevaron durante algún tiempo, apenas cumplí los tres años.
Sin marcharnos de esa misma esquina podemos disfrutar del curioso efecto que una noche de lluvia produce sobre las luces navideñas que adornan la calle de Fuencarral, creando una nueva estrella (sin duda, más colorista que la que hace algo más de dos mil años vieron los Magos de Oriente en su camino hacia Belén). Esta foto fue la que me inspiró el relato titulado 'Siete de enero, martes'.
La Navidad, por cierto, siempre ha contado con luces especiales en nuestra calle, pero no recuerdo ningún otro año en el que la noche de los días 24 y 25 haya tenido una iluminación complementaria tan especial como la luna llena que nos brindó 2016, brillante y poderosa en un cielo sin nubes. Fue un regalo inesperado que, combinado con el gran guardián que protege la entrada de Fuencarral y los azules del 'árbol' de la Red de San Luis, nos ayudó a conseguir un efecto inusual y un tanto dramático.
Pero aparte de grandes edificios y efectos singulares, en Fuencarral nos encontramos con frecuencia pequeños rincones que presentan situaciones efímeras, dignas de ser recogidas sobre la marcha, ya que serán fugaces e irrepetibles. Un buen ejemplo es el que nos ofrece este espejo roto, temporalmente abandonado junto al único edificio en construcción del primer tramo de la calle.
Ese ojo pintado con cuatro trazos, que mira lo que se refleja en el espejo cuarteado, parece desaprobar la huella de los dos besos femeninos plantados sobre el cristal resquebrajado. Todo un editorial a desarrollar acerca del significado de esta imagen...
Como no todo van a ser fotos inquietantes, he aquí una mucho más amable. Se trata de la renovada fachada de azulejos del número 41, una casa ilustre ya que en ella estuvo el estudio del celebérrimo Arturo Pardos Batiste, Duque de Gastronia (sobre quien ya se ha publicado un artículo en este blog). Y en uno de sus locales comerciales, mi juguetería preferida (con permiso del Bazar Matey, claro): la inigualable Fraguío.
La fachada, recién restaurada es, desde luego, excepcional.
Y cerramos la serie con una imagen que no es de Fuencarral, sino del número 8 de la calle (no plaza) de Santa Bárbara. Una fontanería que, en cuanto nos descuidemos, desaparecerá para siempre y que es un símbolo del comercio tradicional de la zona (quedan muy pocos de este carácter y belleza). Este vidriero-fontanero, con su bellísima fachada casi intacta, es una verdadera rara avis en el barrio y su ubicación es tan próxima a la calle de Fuencarral (apenas cincuenta metros), que tiene méritos más que sobrados para aparecer en esta selección de fotografías realizadas con mi modesta Canon Ixus 95 15, compañera infatigable de mis andanzas madrileñas y viajeras.
Nueve momentos de Fuencarral, capturados para el recuerdo...