San Camilo de Lelis es uno de esos raros santos que gustan a todo el mundo.
Bucchianico |
Nacido a mediados del siglo XVI en Bucchianico, un pintoresco y pequeño pueblo de Chieti, en el centro de la península italiana, tuvo una juventud muy poco edificante que desembocó en una fuerte vocación religiosa tardía, motivada (en mi personal opinión) más por el deseo de servir y atender a los enfermos, tantas veces desasistidos (cuando no abandonados) en aquel tiempo, que por el puro sentimiento de piedad eclesiástica que, por supuesto, también tuvo.
Sea como fuere, el caso es que el renovado Camilo dedicó su vida y sus esfuerzos al cuidado de quienes, desatendidos por la sociedad civil, necesitaban de cuidados hospitalarios y de pura caridad humana, muy escasa y de todo punto deficitaria en una época asolada por pestes, epidemias y guerras que, como siempre suele ocurrir, tenían mucho más terribles consecuencias entre los desfavorecidos de la diosa fortuna por haber tenido la inocente culpa de pertenecer a las clases sociales más bajas.
San Camilo (Pierre Subleyras) |
Camilo de Lelis fue canonizado en 1746 por Benedicto XIV.
Son muy pocas las órdenes religiosas que han sido tan unánimemente reconocidas y queridas por casi todo el mundo en cuantos lugares se establecieron, ayudando a sus enfermos y moribundos con su generoso esfuerzo y desinteresado trabajo.
La Iglesia Católica, como todas las instituciones poderosas, ha tenido, a través de sus muchos siglos de gran dominio espiritual y material, una percepción tan irregular entre unos y otros que con frecuencia se olvida a quienes, como Camilo, crearon algo tan bueno como necesario y que, desde luego, va mucho más allá de unas creencias religiosas determinadas que no nos corresponde a nosotros valorar.
Pero la sabiduría popular es grande y eso ha hecho que el cariño de la sociedad les haya acompañado en su humanitaria y centenaria trayectoria.
Los Camilos lucían, tradicionalmente, una gran cruz roja en el pecho y no es casualidad que este símbolo haya permanecido en una organización universal, la Cruz Roja, de la que los hermanos camilianos fueron directos precursores.
Nave central de Santa María Magdalena, Roma |
En 2014 se ha conmemorado, por tanto, el cuarto centenario de su muerte.
Pues bien , la popular Orden de los Ministros de los Enfermos (que es el nombre oficial utilizado en nuestros días por esta congregación) tuvo un convento en la calle de Fuencarral.
Fue construido en 1643 (la 'Guía del Estado Eclesiástico', de 1828, dice 1461, lo que, al ser un error evidente, nos hace pensar en que se fundó sobre un edificio religioso anterior), "con el piadoso objeto de asistir a los enfermos moribundos" ([sic] 'Diccionario Geográfico Universal', de 1832).
Leemos en varias fuentes que el Convento de los Agonizantes de San Camilo (está claro que las denominaciones antiguas no estaban condicionadas por los prejuicios actuales que obligan a constantes eufemismos) fue destruido durante la invasión francesa de 1808 y, finalmente, derribado en 1837, como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.
No estamos conformes con la literalidad de esta explicación, ya que, como hemos mencionado más arriba, tanto en 1828 ('Guía del Estado Eclesiástico') como en 1832 ('Diccionario Geográfico Universal'), se habla en presente de la existencia de la iglesia y el convento. Más probable nos parece que sufrieran serios daños durante los años de reinado de José Bonaparte (la expresión "invasión francesa" me confunde un poco y no sé cómo relacionarla en este caso con la desamortización de 1809, llevada a cabo por orden de José I) y que ya se encontrasen en estado ruinoso y de abandono al llegar la definitiva de Mendizábal.
Leemos en varias fuentes que el Convento de los Agonizantes de San Camilo (está claro que las denominaciones antiguas no estaban condicionadas por los prejuicios actuales que obligan a constantes eufemismos) fue destruido durante la invasión francesa de 1808 y, finalmente, derribado en 1837, como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.
No estamos conformes con la literalidad de esta explicación, ya que, como hemos mencionado más arriba, tanto en 1828 ('Guía del Estado Eclesiástico') como en 1832 ('Diccionario Geográfico Universal'), se habla en presente de la existencia de la iglesia y el convento. Más probable nos parece que sufrieran serios daños durante los años de reinado de José Bonaparte (la expresión "invasión francesa" me confunde un poco y no sé cómo relacionarla en este caso con la desamortización de 1809, llevada a cabo por orden de José I) y que ya se encontrasen en estado ruinoso y de abandono al llegar la definitiva de Mendizábal.
La cruz roja de San Camilo |
No solo se produjo un cambio en los números de las casas como resultado de las demoliciones de la Gran Vía, sino que hubo otros anteriores. Ya Mesonero Romanos, por ejemplo, habla de sus cambios y dice en el Semanario Pintoresco Español, de fecha 27 de noviembre de 1853: "La otra calle llamada de Fuencarral está aún más completamente renovada y aprovechada por las nuevas y elegantes construcciones particulares...".
Un poco más adelante, cuando hace referencia expresa a algunos edificios, menciona sus numeraciones "antiguas" y "modernas". Estas últimas se volverían a ver modificadas tras la construcción de la Gran Vía.
Las fuentes más dignas de crédito señalan que el convento estaba situado en el extremo sur de la manzana 303, que corresponde a las esquinas de Fuencarral y Hortaleza con la calle de las Infantas (en el pequeño trozo que se llamó, en tiempos, calle del Piojo), por lo que parece claro que, como en varios sitios se señala, tenía fachadas a las tres calles, si bien a la de Infantas podría ser a través de un patio o huerto, entre dos casas ajenas al convento. En la de Fuencarral (por la que se accedía a la iglesia) se correspondería con los números 14, 16 y 18 actuales (en el 14 estuvieron en el siglo XX los populares Almacenes Eleuterio y, en el 18, la no menos famosa tienda de gabardinas Butragueño). La entrada principal al convento estaba en la calle de Hortaleza. En el plano de Tomás López, de 1785, vemos la situación de la iglesia y del convento. De igual forma, en la Planimetría General de Madrid, realizada en base a la 'visita general de casas' realizada en 1750 y 51, aparecen perfectamente descritas cada una de las fincas que pertenecían al convento en esa manzana (la 303) y queda claro que son todas (seis en total, con los números 1, 2, 3, 4, 25 y 26) las que ocupan su extremo sur, con fachadas a Fuencarral, Infantas y Hortaleza.
En el plano de Chalmandrier (1761) se ve, con toda precisión, la situación de la iglesia, que ocupaba la finca del actual número 18 de la calle de Fuencarral. Esta ubicación coincide con la señalada en el ya comentado plano de Tomás López, más detallado y preciso que el de Nicolás Chalmandrier.
En el plano de Chalmandrier (1761) se ve, con toda precisión, la situación de la iglesia, que ocupaba la finca del actual número 18 de la calle de Fuencarral. Esta ubicación coincide con la señalada en el ya comentado plano de Tomás López, más detallado y preciso que el de Nicolás Chalmandrier.
El Diccionario Geográfico Universal, editado en Barcelona en 1832, dice, literalmente: "Agonizantes de San Camilo, fundado en 1643 en la calle de Fuencarral, bajo la advocación de San Camilo de Lelis, con el piadoso objeto de asistir a los enfermos moribundos. Su iglesia es pobre".
El convento y la iglesia, en el plano de Tomás López (1785) |
El aprecio de los madrileños estaba bien justificado, pues las atenciones que los miembros de la orden dispensaban a quienes atendían (a domicilio, no en el propio convento) eran no solo un consuelo espiritual para los dolientes, sino que, en muchos casos, llegaban a conseguir su recuperación, pese a la general gravedad de los enfermos.
En la llamada Guía del Estado Eclesiástico de Julián Sánchez de Haedo, del año 1828, aparece la siguiente referencia al convento: "Casa profesa de Ntra. Sra. de la Asunción y San Dámaso, de PP. Agonizantes, fundado en 1461, calle de Fuencarral. Prefecto, M. R. P. José Climent. Procurador, R. P. José del Préstamo".
Puesto que, como ya hemos dicho, el convento de la orden data de 1643, y si tenemos en cuenta que parece claro que la denominación formal era la de Asunción y San Dámaso, nos queda la duda de si la iglesia o el convento se levantaron sobre una edificación religiosa muy anterior. Aunque también pudiera ser que lo previo fuera el nombre y, habiendo existido un centro religioso así llamado en otro lugar, los Camilos lo recuperasen para su nueva sede. Si bien, lo más probable es que se trate de una errata en la fecha que, en verdad, parece excesivamente temprana.
Sobre lo que no parece existir discusión es acerca de quién fue el fundador. En el Diccionario Histórico-Portátil de las Órdenes Religiosas (publicado en 1792 por Blas Román), su autor, Benito Francisco de Castro, especifica: "La Religión de Clérigos Regulares Agonizantes los introduxo el R. P. Miguel Juan de Monserrate en 1643 fundando en Madrid la primera Casa con título de la Asunción de nuestra Señora, y San Dámaso...".
Fue costeado con donativos, muy particularmente con el de la baronesa Beatriz de Silveira, esposa del noble lisboeta Jorge de Paz Silveira, barón de Castel Florido.
Cristo de la Agonía (Sánchez Barba) |
Por desgracia, casi todas estas obras se han perdido o están en paradero desconocido, con la excepción de la imagen más famosa de Sánchez Barba, el Cristo de la Agonía, una bellísima talla que hoy se conserva en el cercano oratorio del Caballero de Gracia.
Una Virgen Dolorosa de Bergaz (que había sido trasladada cuando se desmanteló el convento a la iglesia de San Luis Obispo, en la calle de la Montera) fue destruida el 13 de marzo de 1935, fecha en la que fue incendiado el templo.
Nada parece recordar, en la bulliciosa calle que hoy es Fuencarral, aquella época, ya lejana, en la que los Camilos llegaron a ser vecinos de Goya y de Moratín, quienes vivieron muy cerca del convento cuando la piadosa institución ya estaba declinando, tras haber servido a enfermos y moribundos desamparados durante tantos años.
Dicen que por este tramo de la calle pasan casi medio millón de personas al mes. Me pregunto cuántos de ellos sabrán que allí, frente al ya abandonado neón de Houdini (que antes fuera de la zapatería La Corona), estuvo el convento de los Agonizantes de San Camilo...
En 1803, se solicita del 'Arquitecto Mayor' (Juan de Villanueva) la aprobación del proyecto de reforma de la iglesia y el convento, del lado de la calle de Fuencarral, ya que, al parecer, las fachadas de las calles de Hortaleza e Infantas ya habían sido rehabilitadas.
A lo largo del mes de septiembre de 1803, Villanueva informa favorablemente (haciendo algunas observaciones para la ejecución) y el día 30 de ese mismo mes se concede la licencia para que comiencen las obras.
Parece relevante la exacta medición que Villanueva hace de la longitud de la fachada (doscientos cincuenta y un pies y cuarto), así como la indicación de que "se deberá establecer sobre una perfecta línea recta". Si hoy medimos la distancia entre la esquina con Infantas y el principio de la finca número 20 de la calle, obtenemos esta justa medida. De igual forma, observamos la absoluta alineación de las fachadas de las casas actuales, mientras que, a partir de la siguiente, observamos un pequeño ángulo, comienzo de la curva que empieza a describir la calle en su ascenso en dirección norte. Si damos un vistazo al plano de Tomás López, apreciamos cómo las fachadas antiguas de iglesia y convento convergían en un leve ángulo, que desaparece en la reforma de 1803. Un detalle sutil que Villanueva no descuidó.
Desconocemos si se terminaron o no las obras, ya que iglesia y convento se vieron afectados por el empeño de José Bonaparte de eliminar edificios religiosos de la capital de España, pero eso empezaría seis años más tarde, por lo que es de suponer que sí se concluyesen. En cualquier caso, la amortización de Mendizábal (promulgada en 1836 y, al parecer, materializada en el caso de los Agonizantes al año siguiente) acabó con los restos del convento, dando paso a unos almacenes de papel que, a finales del siglo XIX fueron reemplazados por edificios de viviendas (algunos de los cuales, aún subsisten).
En 1803, se solicita del 'Arquitecto Mayor' (Juan de Villanueva) la aprobación del proyecto de reforma de la iglesia y el convento, del lado de la calle de Fuencarral, ya que, al parecer, las fachadas de las calles de Hortaleza e Infantas ya habían sido rehabilitadas.
A lo largo del mes de septiembre de 1803, Villanueva informa favorablemente (haciendo algunas observaciones para la ejecución) y el día 30 de ese mismo mes se concede la licencia para que comiencen las obras.
Parece relevante la exacta medición que Villanueva hace de la longitud de la fachada (doscientos cincuenta y un pies y cuarto), así como la indicación de que "se deberá establecer sobre una perfecta línea recta". Si hoy medimos la distancia entre la esquina con Infantas y el principio de la finca número 20 de la calle, obtenemos esta justa medida. De igual forma, observamos la absoluta alineación de las fachadas de las casas actuales, mientras que, a partir de la siguiente, observamos un pequeño ángulo, comienzo de la curva que empieza a describir la calle en su ascenso en dirección norte. Si damos un vistazo al plano de Tomás López, apreciamos cómo las fachadas antiguas de iglesia y convento convergían en un leve ángulo, que desaparece en la reforma de 1803. Un detalle sutil que Villanueva no descuidó.
Fachada principal (Fuencarral) de la iglesia y el convento (1803) |
Desconocemos si se terminaron o no las obras, ya que iglesia y convento se vieron afectados por el empeño de José Bonaparte de eliminar edificios religiosos de la capital de España, pero eso empezaría seis años más tarde, por lo que es de suponer que sí se concluyesen. En cualquier caso, la amortización de Mendizábal (promulgada en 1836 y, al parecer, materializada en el caso de los Agonizantes al año siguiente) acabó con los restos del convento, dando paso a unos almacenes de papel que, a finales del siglo XIX fueron reemplazados por edificios de viviendas (algunos de los cuales, aún subsisten).
Frescos nave central |
Allí permanecen sus venerados restos, en un templo de delicada belleza, en el que destaca su magnífico órgano de madera dorada y su sacristía rococó, con sus frescos representando a San Camilo adorando a la Virgen y sus impresionantes armarios originales, obra de Girolamo Pesci.
La iglesia, guarda tesoros de arte como la Madonna della Salute o la estatua milagrosa y policromada de Santa María Magdalena. Pero también conserva el recuerdo de la romántica historia de Teresa Bennicelli y Pio Pratesi, dos jóvenes cuyo trágico amor está para siempre unido a esta bonita y acogedora iglesia romana.
Frente a la fachada de Giuseppe Sardi, para poder disfrutar de ella a la caída de la tarde, cuando la luz empieza a declinar sobre la ciudad, está la terraza de uno de mis restaurantes favoritos de Roma: Clemente alla Maddalena. Un rincón sencillo y auténtico, de esos que cada vez van quedando menos en todas las grandes urbes del mundo.
Santa María Magdalena, Roma |
Camilo, el hijo de Giovanni de Lellis, un capitán al servicio de Carlos I, cuya carrera militar siguió en sus desenfrenados años jóvenes, hasta que su vida dio un giro profundo que marcó su destino y el de tantos enfermos por los que él luchó infatigablemente.
El patrón de los trabajadores de la salud y de los enfermos, a los que ambicionaba asistir come una madre assiste il suo unico figlio infermo...
El santo cuyos seguidores atendieron y curaron a los enfermos más necesitados, desde su modesto convento madrileño de la calle de Fuencarral.